febrero 22, 2009

Sexto Tema: ESENIOS, QUMRAM Y EL MAR MUERTO

La mayor fuente de conocimiento que tenemos de la Literatura Apocalíptica proviene de los Rollos del Mar Muerto, mismos que están considerados como el patrimonio literario heredado por la comunidad de Qumram.
Los únicos textos apocalípticos que se conocían eran aquellos que habían sido conservados por las iglesias cristianas, especialmente en oriente (como el caso de Enok y la Iglesia Copta Etíope). Sin embargo, representan un porcentaje muy reducido de ese complejo universo que es la apocalíptica.
Hasta este momento, nos hemos referido permanentemente a este tipo de libros como literatura esenia, y es momento de hacer algunas aclaraciones al respecto.
Ciertamente, existen fuertes controversias académicas respecto al vínculo entre Esenios y Qumram, pero la tendencia más generalizada es a admitir que dicho vínculo es el modo más simple de entender el fenómeno.
El argumento más serio para suponer que los habitantes de Qumram pudieran haber sido un grupo diferente al esenio se basa en Flavio Josefo y la descripción que hizo de esta secta judía. Según la misma, es muy difícil imaginar que los Esenios hubieran sido aguerridos nacionalistas involucrados en un complot contra Roma (perfil indiscutible de los autores de los Rollos del Mar Muerto). Por el contrario, parecen pacíficos, o por lo menos tranquilos, más preocupados por la pureza de su radical modo de vida que por la política.
Pero hay dos puntos que objetar a esta idea.
El primero es que es un hecho que no tenemos los textos de Flavio Josefo en su forma original, sino los conservados por la Iglesia. Y es definitivo que fueron alterados. De todos modos, esto no resulta tan importante en el sentido de que, si la Iglesia alteró a Flavio Josefo, es poco probable que le haya puesto mucha atención al asunto esenio.
En realidad, el punto más destacado es el segundo: es un hecho que Flavio Josefo fue tendencioso en sus narraciones. Es lógico: Flavio Josefo fue un general judío de la revuelta contra Roma. De hecho, fue capturado por las tropas de Vespasiano tras el sitio a la ciudad de Jotapata, en 68 DC. Josefo había escapado junto con los líderes de la resistencia, que optaron por morir. Echaron suertes, y correspondió a Josefo dar muerte a los demás, para luego suicidarse él mismo. Cosa que no hizo, optando mejor por entregarse.
Según la propia crónica de Josefo, su profecía respecto a que Vespasiano habría de ser el siguiente emperador (cosa que se cumplió) le salvó la vida. Y no sólo eso: le hizo uno de los personajes consentidos de Vespasiano, por lo que pudo establecerse en Roma y continuar apaciblemente su existencia hasta finales del siglo I o principios del siglo II.
Todos los libros que escribió fueron para un público romano. Por lo mismo, podemos definirlos como “ligeros” en su contenido. Los judíos no son presentados como un pueblo obstinado y rebelde, y las legiones romanas no son responsabilizadas por la devastación.
¿Por qué Josefo habría tenido que matizar el perfil de los Esenios? Muy seguramente, porque él mismo lo fue.
Aunque Josefo se identifica como partidario de los Fariseos (que, por cierto, fueron los que no se involucraron a fondo en la revuelta), es bien sabido que perteneció a la Casta Sacerdotal. Por lo tanto, es muy probable que desde su infancia haya tenido acceso al medio Esenio, toda vez que el liderazgo de dicha secta estaba a cargo de sacerdotes.
Más aún: Josefo menciona haber sido educado por un Esenio, y eso es lo más sugerente, ya que los Esenios no se dedicaban a la instrucción de cualquiera. Incluso, un requisito para ingresar a la secta era el solemne juramento de que se conservarían en secreto las doctrinas esenias.
Resulta lógico suponer, en consecuencia, que para evitarse suspicacias, Josefo pintara un panorama parcial y cómodo de todo lo que tenía que ver con su pasado. No le convenía, definitivamente, hablar de su educación y militancia en una secta que creía en el definitivo colapso de Roma.
Gracias a ello, la descripción más completa que tenemos de los Esenios no menciona los vínculos que estos tuvieron con la revuelta, salvo por la referencia a que uno de los jefes militares judíos fue un Juan el Esenio.
De todos modos, no es difícil rearmar el rompecabezas. Veamos dos datos fuera de toda duda:
1. Flavio Josefo, además de Plinio y Filón, ubican la zona aledaña al Mar Muerto como el lugar en donde establecieron sus comunidades los Esenios.
2. Los únicos vestigios de zonas habitadas en ese lugar que se han recuperado son Qumram y las poblaciones relacionadas con dicho monasterio, como Ayin Feshja.
A partir de estos dos datos, lo más fácil es suponer que los Esenios fueron los habitantes de Qumram y sus zonas aledañas.
Como punto aparte, está el vínculo entre los Rollos del Mar Muerto y Qumram. Aunque dicho vínculo ha sido cuestionado por algunos académicos, es más fácil suponer que el vínculo es real, toda vez que la cueva más cercana a Qumram en la que se hayan encontrado restos de textos antiguos, está apenas a 15 metros del monasterio.
En consecuencia, lo más fácil es suponer que Qumram fue el lugar en donde se produjeron o concentraron los llamados Rollos del Mar Muerto, y que los habitantes de ese lugar fueron Esenios.
En este punto, sigo la lógica de Frank M. Cross, una de las más destacadas autoridades en la materia: “El estudioso que recomienda ser prudente al identificar la secta de Qumram con los Esenios se sitúa en una posición sorprendente: tiene que proponer con argumentos fundamentados la hipótesis de que dos grupos importantes formaron colectividades religiosas de tipo comunitario en la misma región del desierto del Mar Muerto y vivieron efectivamente juntas durante dos siglos, sosteniendo ideas semejantes y extrañas, realizando ritos de purificación, comidas rituales y ceremonias semejantes o más bien idénticas. Tiene que suponer que uno de esos grupos (los Esenios), cuidadosamente descrito por lo autores clásicos, desapareció sin dejar restos de construcciones y ni siquiera fragmentos de cerámica; el otro (los habitantes de Qumram), sistemáticamente ignorado por las fuentes clásicas, dejó extensas ruinas e incluso una gran biblioteca. Prefiero ser imprudente e identificar directamente a los hombres de Qumram con sus huéspedes de siempre, los Esenios” (citado por James Vanderkam en La Comunidad de los Manuscritos del Mar Muerto: ¿Esenios o Saduceos?, publicado en Understanding the Dead Sea Scrolls, Herschel Shanks, compilador; Paidós 1992; traducciones de Ramón Alfonso Díez Aragón y María del Carmen Blanco Moreno).
Resta sólo mencionar una vez más que el vínculo entre Apocalíptica y Qumram (y, por lo tanto, Esenios) es un hecho definitivo. Si nos atenemos a las fuentes judías, es obvio que toda la Literatura Apocalíptica está relacionada con Qumram. El único texto de este perfil que fue incorporado al universo literario de los Fariseos fue Daniel, aunque no como libro profético. De cualquier modo, en Qumram se ha recuperado evidencia que corrobora que Daniel fue un personaje de capital importancia para los Esenios, y del que se conoció mucho más material del que está presente en el libro integrado a la Biblia Hebrea.
Tiene lógica: la apocalíptica implica una perspectiva muy radical de la escatología, y es totalmente contraria a los postulados del Talmud, compilación en la que se expone el punto de vista de los Fariseos.
Es altamente probable que, en círculos populares, las ideas de unos y otros pudieran mezclarse sin mucho reparo. Pero lo que tenemos en las manos no son vestigios producidos en medios populares, sino documentos elaborados por gente culta e integrada al liderazgo de sus respectivas tendencias. El Talmud no fue escrito por los judíos comunes, sino por los líderes de la tradición Farisea-Rabínica. Del mismo modo, la Literatura Apocalíptica no fue elaborada por los judíos de la calle, sino por los líderes del movimiento Esenio.
No toda la literatura de Qumram es apocalíptica, pero una cosa es indiscutible: está fuertemente impregnada de apocalipticisismo. Aún sus textos normativos evidencian que ese grupo estaba profundamente convencido de ser la última generación de la Historia, y cada actividad estaba organizada en función de su perspectiva de que todo estaba a punto de llegar a su fin.
Se puede decir que, hasta el momento, no se han recuperado vestigios de que otro grupo del judaísmo tuviera perspectivas apocalípticas (que no hay que confundir con perspectivas escatológicas, porque los Fariseos las tuvieron, aunque muy diferentes a las que tuvieron los Esenios, y, naturalmente, a las que aparecen en la apocalíptica). En consecuencia, lo más simple es asumir que la apocalíptica fue un estilo característico de los Esenios, que tuvieron en Qumram uno de sus principales centros de actividades (acaso el mayor). Sin embargo, hay que hacer una aclaración al respecto: cuando estudiamos la evidencia documental (Rollos del Mar Muerto, Nuevo Testamento o Talmud), estamos frente a lo escrito por los liderazgos de los diferentes grupos. Por ello, para ser precisos hay que decir que no hay evidencias de que otro liderazgo judío, salvo el Esenio-Qumranita, haya mantenido las posturas apocalípticas radicales que hallamos en los Rollos del Mar Muerto y otros textos.
Resulta imposible reconstruir las dinámicas populares, en las que se podían fusionar ideas provenientes de unos y otros. Pero, aún en ese caso, estaríamos hablando del contexto en el que tuvo más influencia el fariseísmo (el ambiente popular). Es muy dudoso que la gente perteneciente a un movimiento extremo como los Esenios-Qumranitas se haya desenvuelto en la ambigüedad ideológica, ya que esa es una característica de los movimientos sectarios (un fuerte adoctrinamiento de sus miembros).
En resumen, al hablar de apocalipticismo nos referimos a una convicción propia de los Esenios-Qumranitas, y con ello nos referimos a todos. Es factible que algunas de estas ideas hayan encontrado espacio entre gente del vulgo, pero también es un hecho que los líderes espirituales populares, fariseos, no incorporaron a su perspectiva el radicalismo de la Apocalíptica.
Queda pendiente la discusión respecto a si los qumranitas fueron sólo una rama radical o una facción representativa del movimiento Esenio. Dicho de otro modo: si todos los Esenios eran según el molde de Qumram, o sólo un grupo radicalizado. No vamos a tocar ese punto, por resultar innecesario para los objetivos de este texto. Fueran una expresión extrema del movimiento Esenio, o fueran Esenios típicos, basta con dejar claro que fueron quienes cultivaron la actitud y la Literatura Apocalíptica, y la llevaron hasta sus últimas consecuencias.

Los textos más representativos del género apocalíptico los podemos dividir en tres grandes bloques. El primero es el recuperado por la Biblia Hebrea, e incluye al libro de Joel, los capítulos 12-14 de Zacarías, y el libro de Daniel (estrictamente hablando, los textos de Joel y Zacarías son pre-apocalípticos).
Vale la pena asociar con estos textos al libro de Enok (I Enok, para diferenciarlo de los que se escribieron después), ya que fue considerado parte del canon bíblico por respetados autores de la iglesia primitiva, y todavía lo es por la Iglesia Copta Etíope.
El segundo bloque corresponde a los textos elaborados durante el período que circundó la guerra Macabea, y hasta las épocas de la guerra contra Roma (siglos II AC - I DC). Los textos más destacados de este período son Los Jubileos, El Martirio de Isaías, III Esdras, la Carta de Aristeas, la Oración de Manasés, los Salmos de Salomón, la Asunción de Moisés, II Enok (conocido también como Enok Eslavo) y IV Esdras.
Aparte, tenemos otros textos importantes como el Testamento de los Doce Patriarcas, un ciclo dedicado a Adán y Eva y un Apocalipsis de Abraham.
Vale la pena mencionar aparte dos textos recuperados entre los Rollos del Mar Muerto, que son obras apocalípticas monumentales de las cuales no teníamos ningún tipo de conocimiento previo: la Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas, y un texto dedicado a Melquisedec.
Otros dos textos esenios, aunque no apocalípticos, también recuperados en Qumram son la Regla de la Comunidad (que contiene fuertes implicaciones apocalípticas) y el Documento de Damasco (del que ya se conocía un fragmento identificado como Documento Zadokita).
Estrictamente hablando, el Apocalipsis de Juan debería ser considerado en el siguiente grupo (la Apocalíptica Cristiana o post-apocalíptica), pero sus similitudes de estilo están identificadas con los textos de este segundo grupo, lo que evidencia que los textos originales que sirvieron como base para el Apocalipsis de Juan pertenecen a esta etapa.
La tercera etapa, identificada con la apocalíptica en el cristianismo, abarca desde el siglo II DC en adelante, e incluye textos como El Pastor de Hermas y el Apocalipsis de Pedro.
Salvo el Apocalipsis de Juan, no hemos mencionado ninguno de los múltiples textos de carácter apocalíptico presentes en el Nuevo Testamento, ya que merecen atención aparte, misma que será incluida en una sección especial de artículos.

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