febrero 13, 2009

CONCLUSIONES DEL PRIMER ASUNTO

De todo lo anterior, podemos establecer una serie de ideas como resumen. Dichas ideas son básicas para aclarar varios aspectos de los temas que están por revisarse.

1. El profetismo no fue un movimiento homogéneo.
La visión tradicional es que el profeta expresa la palabra de D-os. Sin embargo, hay una idea fundamental que muchas veces es pasada por alto, especialmente entre los que manejan una perspectiva conservadora: el profeta HABLA A LA GENTE DE SU TIEMPO.
Parece ocioso hacer semejante afirmación, pero esa idea es, justamente, la que nos da la posibilidad de entender por qué el profetismo evolucionó y cambió tanto.
El mejor ejemplo de ello es el único tema del Profetismo Hebreo al que le hemos dedicado tiempo y espacio: el Día del Señor. Desde la primitiva perspectiva de que sólo sería un día de castigo (para los apóstatas o para los enemigos de Israel, dependiendo del profeta) hasta la plena visión de un día de juicio para toda la humanidad, mismo que culminaría con la redención de los justos, el concepto fue cambiando y creciendo.
Resulta improcedente, en consecuencia, imaginarnos a D-os dando revelaciones fijas y estáticas para un futuro incalculable. De haber sido así, habría una ideología común en todos los profetas.
Pero no la hubo, porque los profetas elaboraron sus prédicas pensando en las circunstancias que los rodeaban, y el modo en cómo estas afectaban a la gente que estaba frente a ellos.

2. La Casta Sacerdotal no tuvo una ideología homogénea.
Cuando estemos revisando el tema de los esenios, los saduceos y la guerra contra Roma, este punto va a revestir una especial importancia. Generalmente se visualiza a los cohenim (sacerdotes) como un grupo bien definido. Ciertamente, es obvio que debieron tener una perspectiva que podríamos llamar "representativa". Es obvio, además, que dicha postura debió ser de línea conservadora, toda vez que fue un grupo en ejercicio del poder.
Pero las evidencias son claras: dentro de la misma Casta Sacerdotal, hubo fuertes e importantes voces disidentes. La primera, y además la más representativa, fue la de Isaías, un sacerdote que se alió al movimiento Profético, justo en uno de los momentos más difíciles para el Reino de Judá (ante la posibilidad de una invasión asiria).

3. La Biblia no nos ofrece todo el panorama ideológico del Profetismo Hebreo.
Recordemos que la Biblia, tal y como la conocemos, es la versión validada por la tradición Farisea-Rabínica. Es un hecho que existió, por lo menos, otra versión: la Esenia. Muy probablemente, haya existido una tercera: la Saducea (única que resulta imposible de recuperar).
¿A qué se debe esto? A que la conformación de lo que llamamos "canon bíblico" (lista oficial de los Textos Sagrados) no se fue escribiendo mecánicamente. Dicho de otro modo: no se terminó de escribir un libro (por ejemplo, Abdías), e inmediatamente se dijo "ah, este libro es de inspiración divina; que se integre a la Biblia".
Lo que en realidad sucedió fue un largo proceso de compilación, estudio, revisión, y muchas veces corrección, de textos, y no fue sino hasta finales del siglo I DC que la Biblia Hebrea llegó a su forma definitiva. Insistimos: dentro de la tradición Farisea-Rabínica.
Gracias a la evidencia documental de los Rollos del Mar Muerto, sabemos que los Esenios tuvieron su propio proceso. Es obvio que muchos de los libros antiguos fueron considerados sagrados tanto por Esenios como por Fariseos (Isaías, por ejemplo; la Tora -los cinco libros de Moisés-, obviamente). Pero también es un hecho que los Esenios le dieron un rango sacro a muchos textos que los Fariseos rechazaron (Enok, por ejemplo; el Libro de los Jubileos, otro ejemplo).
No nada más hay evidencia de una "lista alternativa" de libros bíblicos. También hay evidencia de que los Esenios dispusieron, en muchos casos, de versiones diferentes de los libros que tenemos en la Biblia. Por ejemplo, entre los Rollos del Mar Muerto se han recuperado dos versiones distintas de Jeremías: la también usada por los fariseos (que es la que encontramos en la Biblia), y una más breve, mejor organizada literariamente hablando.
Hasta el siglo I DC, las alternativas del canon Fariseo y el canon Esenio coexistieron en Judea. La guerra contra Roma (66-73 DC) marcó el final de la secta esenia, y con ello su "proyecto" de Biblia quedó perdido. La pérdida hubiera sido irremediable de no ser por su providencial ocurrencia de esconder su biblioteca en jarrones guardados en las cuevas de la zona del Mar Muerto.

Ahora que vamos a entrar de lleno en el estudio de la perspectiva esenia, la perspectiva "no bíblica" desde el punto de vista Fariseo-Rabínico, debemos tener bien clara una cosa: al asumir que es la postura "no bíblica" no estamos asumiendo que no sea la Palabra de D-os. Ese tipo de juicios vale para una reflexión teológica. Pero aquí estamos revisando la evidencia desde la perspectiva de la Historia, no de la Teología. En consecuencia, lo que vamos a revisar debe ser enfocado como, simplemente, un punto de vista diferente al que luego se generalizó.
Que quede clara otra idea: si al final se impuso el punto de vista Fariseo-Rabínico y no el Esenio, no fue porque un grupo derrotara al otro y, como suele pasar, la Historia la escribieran los vencedores. Sería una forma totalmente absurda de enfocar este fenómeno.
Lo que sucedió no estuvo bajo control directo de ninguno de los dos grupos. Simplemente, el Imperio Romano devastó Judea, y lo demás sólo fueron las consecuencias de esa catástrofe.
La diferencia entre ambos grupos fue que uno, el Fariseo, se preparó para sobrevivir. El otro, el Esenio, se comprometió con la lucha pagando el precio más alto: la vida misma.
Dicha diferencia no fue una casualidad. La conducta y actitud de cada grupo estuvo determinada por sus convicciones religiosas más profundas. Mismas que, naturalmente, emergen en sus textos proféticos.
Ya vimos como en el caso Fariseo, la línea conducente es que la profecía es una advertencia, pero la decisión corresponde al ser humano, que debe escoger qué tipo de conducta asume.
Vamos a empezar a revisar el caso Esenios, cuya ideología siempre fue radical: un destino fijo, la posibilidad de predecirlo, y el compromiso con la causa del Reino de lo Cielos, nutrido y exacerbado por la convicción de que D-os, en el momento justo, habría de dar la victoria a sus hijos por encima de los hijos de las Tinieblas.
Idea que, en el momento crítico, falló.

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