marzo 16, 2009

Primer Tema: LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

Los llamados Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) siempre han llamado la atención debido a su semejanza temática y estructural. De hecho, el término “sinóptico” se les aplica por enfocar la vida, ministerio y enseñanzas de Jesús desde una misma perspectiva.
El término, estrictamente hablando, es inexacto, ya que no son tres textos diferentes que aborden la vida de Jesús desde la misma perspectiva, sino el resultado de tres diferentes procesos de evolución textual a partir de un mismo documento. Esto es obvio gracias a las similitudes que hallamos en los textos, que no sólo son temáticas, sino estructurales. De ello se desprende fácilmente que, a partir de un mismo texto, los diferentes copistas de la iglesia primitiva fueron incorporando relatos secundarios, y el resultado final fueron tres grandes versiones diferentes.
Lo lógico es que haya habido muchas más, pero estas fueron, en general, más breves y escuetas, por lo que aún en el caso de hallarlas, sería difícil reconocerlas. Acaso, las veríamos como una versión incompleta o ligeramente alterada de cualquiera de los tres evangelios sinópticos.
Hay un punto sumamente importante que hace que el estudio de los Evangelios Sinópticos sea invaluable: el hecho de tener tres diferentes versiones de un mismo documento permite hacer una investigación historiográfica que, por ejemplo, no es posible con el evangelio de Juan.
¿A qué nos referimos con esto?
Es un hecho que los evangelios (o cualquier otro texto del Nuevo Testamento) no fueron escritos en la forma en la que los conocemos, sino que son el resultado de un largo y complejo proceso de elaboración y reelaboración, que se extendió durante, por lo menos, siglo y medio.
Ya vimos un muy buen ejemplo de este proceso con el Apocalipsis de Juan.
Uno de los trabajos más interesantes para un historiógrafo es reconstruir el posible texto original en estos casos, lo cual sólo es posible cuando una fuente externa puede aportar la información decisiva. Aún en estos casos, no se puede garantizar que la reconstrucción sea perfecta, pero tampoco se puede desdeñar el hecho de que estos trabajos nos acercan a la forma original de un documento, y por lo tanto de su contenido y significado.
En el caso del Apocalipsis podemos reconstruir mucho de los textos originales, porque la forma y fondo de la Literatura Apocalíptica ya no son un misterio. Lo que no podemos reconstruir, en cambio, es el o los documentos previos al texto final, porque no hay evidencias contundentes para saber si hubo uno, dos o más textos independientes.
En el caso del evangelio de Juan estamos del otro lado del fenómeno: sabemos que como antecedente hubo un texto que pudo ser una perícopa en la que se narraran siete milagros de Jesús. Sin embargo, como no conocemos otro texto basado en esta hipotética perícopa, u otra fuente similar o vinculada, no hay modo de reconstruir el proceso de elaboración de Juan.
En cambio, los Evangelios Sinópticos nos permiten, por medio de la comparación entre ellos mismo, aproximarnos al documento original que sirvió como base para que, eventualmente, tuviésemos los documentos que hoy conocemos como Mateo, Marcos y Lucas.
Vamos, entonces, refiriendo las ideas básicas para aproximarnos a estos tres textos.
1. Las similitudes estructurales de Mateo, Marcos y Lucas hacen evidente que hubo un texto base previo a las versiones finales. Por lo tanto, se descarta que tres personajes llamados Mateo, Marcos y Lucas hayan sido autores de los textos tal y como los conocemos en la actualidad.
2. En realidad, sólo hubo un autor y un texto original. Dicho texto fue utilizado en tres ambientes diferentes como base para una elaboración más compleja de un relato sobre la vida de Jesús. Si dichas reelaboraciones fueron obra de una persona (los verdaderos “Mateo”, “Marcos” y “Lucas”) o de varias, resulta irrelevante por el momento. De todos modos, cada texto tuvo un proceso de evolución redaccional lógico, si tomamos en cuenta que fueron textos que, durante tres siglos, se estuvieron copiando de mano en mano, y adaptándose a la evolución propia del idioma griego koiné. Las versiones definitivas datan del siglo IV.
3. Las mencionadas reelaboraciones no fueron metodológicas ni organizadas. Más bien, fueron procesos de incorporación de fuentes secundarias para complementar el relato. Además, en el caso de Lucas podemos observar un intento por depurar la redacción del texto original, por lo que es el texto en el que nos resulta más fácil identificar la participación decisiva de una persona (un posible “Lucas”).

En general, estas ideas vienen siendo revisadas desde hace más de dos siglos, y alrededor de los Evangelios Sinópticos se han ido construyendo diversas teorías para explicar sus similitudes y sus diferencias. Veamos un resumen general de las mismas:
1. Una idea que llegó a difundirse mucho fue la de que el texto original era el evangelio de Marcos, debido a que, a todas luces, es el más sencillo. Según esta perspectiva, Mateo y Lucas habrían hecho uso del texto de Marcos, y le habrían agregado una serie de datos a los que Marcos no tuvo acceso. De todos estos datos, destacan varios que están presentes en Mateo y Lucas, por lo que se comenzó a hablar de una fuente común para ambos autores. Conocida popularmente como “fuente Q”, habría sido un texto no conocido por Marcos, pero sí por Mateo y Lucas, con el que estos dos últimos habrían complementado el texto de Marcos.
2. Otra teoría rechaza que Marcos haya sido el texto original, debido a que muchos detalles de su contenido no aparecen ni en Mateo ni en Lucas. De esta evidencia se deduce que el texto original fue otro (desconocido para nosotros), y que sirvió como base para los autores de Mateo, Marcos y Lucas. Desde esta perspectiva, los tres evangelios serían, esencialmente, textos pseudo-epígrafos. Esta teoría admite la existencia de la Fuente Q, pero obliga a admitir la existencia de otras fuentes: una común para Mateo y Marcos, otra común para Marcos y Lucas, otra común para Mateo y Lucas (Q), una exclusiva para Mateo, otra exclusiva para Marcos, y otra exclusiva para Lucas.
3. Otra teoría sostiene que el texto original es el de Mateo, y que el de Marcos es una versión sintetizada del mismo. Desde esta perspectiva, sería muy difícil identificar una Fuente Q, ya que Lucas simplemente habría hecho uso del material ofrecido por Mateo.
4. Un intento de armonizar las dos primeras teorías propone que Mateo y Lucas hicieron uso de una versión primitiva de Marcos. Al caso, da igual suponer que haya sido una versión primitiva de cualquiera de los tres, si de todos modos se llegó a una versión final que no puede ser asumida como la base de los otros dos evangelios (sin importar de cuál estemos hablando como primer texto).
5. Otra propuesta parte de la realidad de que, por lo menos, los textos existieron en tres estados diferentes: la redacción original, una reelaboración intermedia, y la redacción final (la que conocemos). Desde esta perspectiva, se propone que el texto original fue el de Mateo (claro, en su versión original), y que tanto Marcos como Lucas dependen del mismo. Sin embargo, en los procesos de reelaboración todos los textos sufrieron una suerte de interdependencia, de tal modo que aspectos del Marcos intermedio pudieron aparecen o influir en el Mateo definitivo, y así sucesivamente.

Tomando todas estas consideraciones como punto de partida, aquí proponemos una idea que no necesariamente es nueva en su esencia, pero que busca recalcar los aspectos importantes de un modo que no es usado frecuentemente por la Crítica Bíblica.
1. Hubo un documento original, y resulta irrelevante relacionarlo más con Mateo que con Marcos o Lucas. Acaso, el único punto que tendría a favor su asociación con Mateo, es que este personaje está identificado como un seguidor directo de Jesús, a diferencia de Marcos y Lucas.
2. Diversas copias de dicho documento se distribuyeron en diferentes comunidades cristianas, y en algunas de ellas se dieron a la tarea de complementar este relato original, a partir de fuentes secundarias (orales, en la mayoría de los casos) que no eran conocidas de manera universal. De este proceso habría surgido un segundo nivel en la redacción del texto, con múltiples variantes.
3. La necesidad de establecer un documento fijo sobre la vida de Jesús hizo que dichas versiones tendieran a fusionarse, complementándose unas con otras. Aunque se partió de un texto original, no fue posible regresar a una sola condensación de las versiones múltiples del segundo nivel redaccional. Sin embargo, se llegó a tres que hacia la segunda mitad del siglo II ya eran notoriamente populares: Mateo, Marcos y Lucas. Este sería un tercer nivel redaccional en los textos, que hasta este punto fueron independientes unos de otros.
4. A partir de la consolidación de estas tres diferentes versiones de la vida de Jesús, empezó una interdependencia que permitió la depuración, y eventualmente, la definición del texto de cada libro. Sin embargo, las influencias de unos y otros sólo se hicieron sentir en la redacción, sin afectar el contenido, debido a que seguramente se daba por sentado que el contenido, tal y como se conocía a principios del siglo III, era el originalmente establecido por los autores y, por lo tanto, no podía ser alterado. Esta etapa sería la cuarta en cuanto al nivel redaccional, pero estamos hablando de un proceso que se extendió hasta finales del siglo IV, cuando se dio la consolidación de la versión definitiva. Por lo tanto, lo correcto es hablar de un período en el que se dieron múltiples etapas de evolución redaccional. Sin embargo, las alteraciones debieron ser mínimas en cada una de ellas: apenas pequeños ajustes, ya que lo verdaderamente complejo del proceso ya había pasado.
5. Con la oficialización del canon y texto bíblico cristiano a finales del siglo IV, el texto fue fijado tanto en latín como en griego, y el proceso de evolución redaccional concluyó.

En las siguientes notas, haremos una revisión de estos aspectos, para finalizar con una serie de comentarios sobre los vínculos de la apocalíptica con el texto original del que se derivó la tradición sinóptica.

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