marzo 03, 2009

Primer Tema: INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS DE JUAN

En muchas ocasiones se ha señalado que el Apocalipsis de Juan está más cerca de la apocalíptica judía que de la apocalíptica cristiana. En realidad, sólo está cerca de la primera. No guarda ningún tipo de semejanza con la apocalíptica del cristianismo, salvo en el caso de II Esdras (que no es, exactamente, un texto cristiano).
Este libro es el único en todo el Nuevo Testamento en donde se retoma el genuino lenguaje apocalíptico: visiones, símbolos abigarrados, códigos complejos, y todo enfocado hacia el tema del Fin de los Tiempos.
Por esas razones, suele admitirse que, o bien el texto fue escrito originalmente en un ambiente judío, o, por lo menos, el autor fue judío. Por lo tanto, el original debió estar en hebreo o arameo, y la conocida versión en griego sería una traducción.
La tradición cristiana lo atribuye a un enigmático personaje identificado como el “presbítero Juan”, y que suele ser asociado con el apóstol. Sin embargo, desde la antigüedad esta vinculación fue cuestionada por importantes autores cristianos, ya que no existe ninguna evidencia intrínseca que justifique que el texto es obra del apóstol de Jesús.

Empecemos por una pregunta básica: ¿por qué la Iglesia Cristiana primitiva pudo haberse interesado en la temática apocalíptica?
Es una pregunta compleja cuya respuesta va a requerir de varios puntos por analizar, pero por el momento expongamos el aspecto medular: la apocalíptica es una literatura de guerra, como ya vimos. Y la Iglesia Cristiana primitiva tuvo que enfrentar una situación igualmente radical a la guerra: las persecuciones imperiales.
Aunque no es lo mismo una persecución que una guerra, es obvio que los cristianos primitivos se sintieron plenamente identificados con un aspecto fundamental de la apocalíptica: hay una “bestia” que persigue y devora a los hijos de D-os; sin embargo, al Final de los Tiempos, D-os se levantará para darle la victoria a su pueblo.
Esta idea nos aclara los puntos de contacto, así como las rupturas, del cristianismo con la apocalíptica judía.
Los puntos de contacto tienen que ver con esa autoconciencia de ser parte de una comunidad perseguida y en desventaja, frente a un tirano terrible, encarnación del mal.
Los puntos de ruptura tienen que ver con que la Iglesia Cristiana primitiva nunca se preparó para enfrentar al Imperio en una guerra abierta. Por esa razón, era de esperarse que todas las referencias que la apocalíptica judía hace sobre la guerra, en el cristianismo tomaran una dimensión abstracta, espiritual. De ese modo, la idea esenia de que la guerra física sólo era una expresión de la guerra cósmica, se altera conservando el nivel cósmico, pero anulando el físico. Nunca estuvo en las perspectivas de la Iglesia Cristiana primitiva un levantamiento armado contra Roma. Por el contrario: a juzgar por el contenido de muchas secciones del Nuevo Testamento, los cristianos procuraban ser buenos ciudadanos, aunque sólo hasta el punto donde su fe no se viera comprometida.
Por esta razón, una idea muy difundida es que el Apocalipsis de Juan pudo haber sido confeccionado durante las primeras persecuciones generalizadas que sufrió la Iglesia Cristiana, durante los últimos años del reinado de Domiciano (81-96).
Su inclusión en el Nuevo Testamento no fue fácil: la lista canónica del Nuevo Testamento del Sínodo de Laodicea (363-364) no lo incluye, así como la versión siriaca en arameo del Nuevo Testamento según la Vulgata Latina, conocida como Peshitá. Además, se sabe que Orígenes de Alejandría no lo consideraba divinamente inspirado, y esa misma opinión fue expresada por sus discípulos Dionisio de Alejandría y Eusebio de Cesarea, lo mismo que por Cayo de Roma, Cirilo de Jerusalén y San Juan Crisóstomo.
En contraparte, Melitón de Sardis, Ireneo de Lyon, Tertuliano e Hipólito lo reconocieron como texto sagrado. La controversia se resolvió hasta 382, cuando el papa Dámaso I lo incluyó en el canon del Nuevo Testamento en los concilios de Hipona (393) y Cartago (397).
Vamos ahora a revisar las teorías tradicionales sobre la redacción de este libro.

La perspectiva que ha manejado tradicionalmente el cristianismo es que el Apocalipsis fue escrito por el Anciano (Presbítero) Juan, durante su destierro en Patmos, ubicado por Eusebio de Cesarea en 95 DC. Acaso, pudo también ser escrito posteriormente en Éfeso, aunque basado en las visiones que Juan tuvo en Patmos.
En apoyo de esta perspectiva, se cita la Historia Eclesiástica del ya mencionado Eusebio, así como los comentarios de Ireneo de Lyon, supuesto discípulo de Policarpo, supuesto discípulo de Juan.
Algunos estudiosos han querido ir más allá al tratar de conocer un poco más de la identidad del Anciano Juan. Por ejemplo, Bernard Muller lo identifica como un sacerdote, ya que hay suficiente evidencia en el libro como para deducir que conocía bien los rituales del Templo; según Muller, este sacerdote habría sobrevivido a la catastrófica guerra contra Roma, se habría establecido en Éfeso, y allí habría escrito el libro como una forma de explayar su rencor contra Roma. Muller descarta la idea de que haya sido un exiliado en Patmos que recibió una visión, ya que este tipo de anécdotas son, simplemente, parte del estilo apocalíptico, y no tienen que ser tomadas al pie de la letra.
Ya mencionamos que suele señalarse el año 95 como el de la fecha de composición del libro, aunque otros han sugerido que la persecución referida por el autor pudo haber sido la de Nerón, hacia 64.
En su nota crítica, la Biblia de Jerusalén propone que el corpus profético del libro pudo provenir, originalmente, de dos textos diferentes del mismo autor. Uno habría sido escrito durante la persecución de Nerón, y el otro durante la de Domiciano. Finalmente, alguien diferente al autor habría hecho el trabajo editorial para fusionar ambos textos.

En términos generales, la perspectiva tradicional sobre el Apocalipsis de Juan está errada, principalmente porque le concede demasiado peso a los aspectos tradicionales que, en realidad, están basados en el propio libro. Es decir: suponen que la prueba para la autoría del libro son fuentes basadas en el propio libro.
De cualquier modo, hay una forma más simple de entender que la postura tradicional es imposible: las características propias de la apocalíptica fueron tan complejas, que nunca pudieron ser reproducidas de manera íntegra por gente externa al núcleo judío en que se originaron. De hecho, ni siquiera dentro del mismo judaísmo ajeno u oponente a la secta esenia hallaron eco.
Los códigos apocalípticos fueron diseñados por un grupo sectario de carácter hermético, y es muy claro que, fuera de sus límites, no se produjo material que pueda definirse como apocalíptico.
De entrada, esto descarta que el Apocalipsis de Juan haya sido escrito por un cristiano, ya fuera durante la persecución de Nerón o durante la de Domiciano.
¿Cómo se originó, entonces, este libro? Guste o no, de un modo bastante más prosaico: después de la guerra contra Roma, una serie de textos apocalípticos (o fragmentos) llegaron a manos cristianas, y fueron reelaborados y reinterpretados en dichas iglesias.
Hay un aspecto en el que la propuesta de Muller (citada previamente) tiene razón: el dato de un personaje llamado Juan teniendo visiones en Patmos es irrelevante. Todo eso es parte del estilo literario, y es absurdo pretender que sea un dato histórico concreto sobre la experiencia del autor.
Lo más seguro es que quien escribió (o quienes escribieron) los textos que luego fueron la base del Apocalipsis, lo haya(n) hecho en algún lugar de Judea, durante los últimos años de la guerra contra Roma (eso es seguro debido a que la evidencia interna del libro, tal y como veremos más adelante, muestra que el Templo ya había sido destruido; eso ubica a los textos base para el Apocalipsis justamente en la misma época en la que se estaban escribiendo los anexos al libro de Daniel).
En ese aspecto, la propuesta de la nota crítica de la Biblia de Jerusalén tiene algo de acertado: el libro, tal y como lo conocemos, es el resultado de la fusión de textos diferentes, aunque no hay nada que nos asegure que sólo fueron dos. En realidad, pudieron haber sido muchos más. Incluso, cabe la posibilidad de que el origen sea una colección de fragmentos o textos apocalípticos.
El libro en su estado actual nos ofrece un planteamiento teológico indiscutiblemente cristiano. Esto no es evidencia de que los textos originales hayan sido escritos por cristianos, sino que el proceso redaccional se dio de manera íntegra en el contexto de la Iglesia Primitiva.
Esto lo podemos corroborar, principalmente, por dos evidencias ofrecidas por el mismo texto. La primera es la similitud del Apocalipsis de Juan con textos bien identificados de la apocalíptica judía. La segunda es la conservación inexacta de los códigos apocalípticos.
En las siguientes dos notas vamos a abordar estos temas. En la inmediata, haremos una comparación de textos de la apocalíptica judía con secciones del Apocalipsis de Juan, para visualizar cómo pudo haber sido el texto original. En la siguiente nota, revisaremos algunos aspectos que muestran que los redactores finales del Apocalipsis no tuvieron la capacidad para conservar la elegancia, precisión y coherencia de los códigos apocalípticos que, aunque están allí presentes, están deformados y reducidos en sus alcances estructurales.
Vamos a ponerlo en palabras más simples: el grupo de cristianos que fusionó este texto no podía entender, y menos aún manejar, el código apocalíptico. En consecuencia, con el paso de las generaciones, el libro fue perdiendo sus características originales, si bien fue ganando su perfil teológico final.
En resumen, el Apocalipsis de Juan es un formidable ejemplo de la incapacidad cristiana para entender la naturaleza de la apocalíptica, pero también de la sorprendente creatividad de un grupo perseguido y marginado, que también confiaba en D-os para encontrar la victoria sobre un enemigo abrumador: el Imperio Romano.

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