mayo 05, 2009

Treceavo Tema: OTROS CASOS DE LITERATURA APOCALÍPTICA EN EL NUEVO TESTAMENTO

Vamos resumiendo los conceptos básicos de lo que hemos revisado previamente:
1. Los tres Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) son tres diferentes versiones de un mismo texto previo, al que hemos denominado para efectos prácticos Evangelio Original.
2. Este texto, escrito probablemente hacia mediados del siglo I, puede recuperarse en sus aspectos esenciales contrastando los contenidos de Mateo, Marcos y Lucas.
3. El perfil obtenido es el de un documento de clara tendencia apocalíptica, con evidentes vínculos con los hábitos y creencias de la secta Esenia-Qumranita.
4. Dicho perfil apocalíptico se hizo presente, pero no determino a todo el Nuevo Testamento, lo que implica que otra(s) tendencia(s) coexisten en el Texto Sagrado del cristianismo.
Por el momento, vamos a revisar brevemente otras secciones del Nuevo Testamento que también evidencian un origen apocalíptico, y que acompañan a los vestigios del Evangelio Original y los textos que sirvieron como base para el Apocalipsis de Juan, como testimonio de que en su más remoto origen, hubo vínculos reales entre Jesús, sus seguidores inmediatos, y la secta Esenia-Qumranita.

Las Epístolas de Pedro

La crítica bíblica ha discutido mucho respecto a la autenticidad de estas dos cartas atribuidas a uno de los más cercanos colaboradores de Jesús. Argumentos a favor y en contra los hay, si bien es casi un hecho definitivo que la segunda epístola es pseudo-epígrafa, y más bien tardía.
De todos modos, es evidente que ambas cartas tienen fragmentos notoriamente arcaicos, y definidamente apocalípticos. Tales fragmentos deben provenir del siglo I, ya que fue la última etapa en la que se escribió verdadera literatura apocalíptica.
Evidentemente, las epístolas—tal y como las conocemos—son un producto cristiano en el que los fragmentos apocalípticos han sido editados y replanteados, conforme a las directrices teológicas que el cristianismo desarrolló desde finales del siglo I y durante la primera mitad del siglo II.
Un testimonio sutil de ese proceso lo dan los comentarios de Clemente de Roma (que menciona textos escritos por Pedro) e Ireneo de Lyón, que es el primero en identificar plenamente estas epístolas como escritas por el apóstol, pero hacia mediados del siglo II.
Veamos algunos fragmentos evidentemente apocalípticos en estos textos:
1. “…que sois guardados por el poder de D-os mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (I Pedro 1.5).
2. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por D-os para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (I Pedro 2.9).
3. “…yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (I Pedro 2.11).
4. “… [Jesús] también fue y predicó a los espíritus encarcelados” (I Pedro 3.20).
5. “…porque si D-os no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio…” (II Pedro 2.4).
6. “…pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos… pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”.
Los puntos 1 y 6 nos muestran como para estas epístolas el tema del Fin de los Tiempos fue algo muy importante. De hecho, en el punto 6 aparecen muchos de los simbolismos propios de la apocalíptica, aunque es evidente que han sido filtrados por la imposibilidad del cristianismo para entender el verdadero sentido de los mismos. Por ello, la perspectiva escatológica de este pasaje sugiere que se espera un cumplimiento bastante literal de los símbolos apocalípticos. Es un rasgo, evidentemente, tardío, y muy afín al que en su momento expuso Papías de Hierápolis (89-150), y que le ganaron ser definido por Eusebio de Cesárea como alguien de escasa inteligencia.
El punto 2 menciona una doctrina que fue muy popular entre Esenios-Qumranitas: la de una suerte de “sacerdocio universal” ejercido por los miembros de la secta. Para el judaísmo, el sacerdocio siempre fue y ha sido una cuestión de linaje hereditario por la vía paterna. Sin embargo, los Esenios llegaron a hablar de un sacerdocio ejercido a nivel espiritual, y es evidente que dicho concepto llegó hasta I Pedro, y de aquí se hizo una doctrina relevante para el cristianismo.
Finalmente, los puntos 4 y 5 están basados en el libro de Enok, que como ya se mencionó en su momento, fue un texto bastante popular en amplios sectores de la Iglesia Primitiva, e incluso la Iglesia Copta Etíope lo sigue considerando como “sagrado”. En este punto, ya podemos afirmar que dicha popularidad de Enok entre cristianos no puede provenir de otro lugar, más que del vínculo que, en su inicio, se tuvo con los Esenios-Qumranitas.

La Epístola de Judas

Este texto nos ofrece un perfil más cercano al medio Esenio-Qumranita que las dos Epístolas de Pedro. Aquí no parece haber mucha reelaboración cristiana. Esencialmente, Judas es una advertencia contra falso maestros que están corrompiendo a una congregación desde adentro (sin que se indique en donde).
Los especialistas han sugerido que podría tratarse de una epístola anti-gnosticista, pero es, en el mejor de los casos, imposible de verificar.
Los versículos 6, 9 y 14 hacen referencias directas a la apocalíptica, y ello vincula este librito con Qumrán. En 6, se menciona a los “ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada”, y que están “guardados bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”. La cita es de Enok. Por su parte, 9 hace referencia al texto Asunción de Moisés al mencionar que “cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés”: una tardía tradición registrada por el texto mencionado. Finalmente, 14 menciona explícitamente a Enok y sus profecías.
Pero lo que más vincula a la Epístola de Judas con Qumrán es la dureza con la que se refiere a los perversos:
“Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro D-os… de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores… blasfeman de cuantas cosas no conocen, y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. ¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín… estos son murmuradores querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho”.
Muy similar a ciertos pasajes de la Regla de la Comunidad de Qumrán:
“Los levitas maldecirán a todos los hombres del partido de Belial. Tomando la palabra dirán: ¡Maldito seas en todas tus obras culpables e impías! Que Dios haga de ti un objeto de horror por intermedio de los vengadores de venganza. Que él haga que seas visitado, para tu perdición, por aquellos que dan a cada uno su merecido. Maldito seas irremediablemente. Tus obras son como tinieblas; seas, pues, castigado en la oscuridad del fuego eterno. Que Dios no se digne prestar atención a tus súplicas ni te consuele perdonando tus iniquidades. Que muestre su semblante airado para vengarse de ti. Que ninguno de los fieles a nuestros Padres te desee la paz. Todos los que entran en la Alianza dirán, después de las maldiciones, al igual que después de las bendiciones: Amén, amén. Los sacerdotes y los levitas continuarán diciendo: ¡Maldito sea aquel que guardando los ídolos de su corazón entra en esta Alianza, poniendo así delante de él lo que lo precipita en la iniquidad, lo lleva a transgredir y lo aleja de la Alianza! Sucederá que oyendo las palabras de esta Alianza se felicitará a si mismo diciendo: poseeré yo también la paz, aún cuando mi espíritu se obstine en el antiguo camino. Pues bien, que su espíritu sea al mismo tiempo como un hombre sediento y ahogado. Que perezca irremediablemente. Que la cólera de D-os y su celo se enciendan contra él para su perdición eterna. Que recaigan sobre su cabeza las maldiciones de esta Alianza. Que D-os lo separe para la infelicidad. Que sea arrancado de en medio de los hijos de la luz por haberse separado de D-os a causa de sus ídolos que lo arrastran a la iniquidad. ¡D-os le dé un lugar con los eternamente malditos! Todos aquellos que están para entrar en la Alianza dirán: Amén, amén”.
Judas es el único libro del Nuevo Testamento en el que se hace presente esta virulencia verbal contra los apóstatas, y el único referente paralelo en la literatura judía está en las obras Esenias-Qumranitas. Por ello, aunque el tema no es estrictamente apocalíptico, está impregnado del apocalipticismo qumranita.

La Epístola a los Hebreos

De todos los textos de carácter epistolar que encontramos en el Nuevo Testamento, la Epístola a los Hebreos es la más extraña e interesante cuando se trata de estudiar los vínculos del cristianismo primitivo con la secta qumranita.
Esta epístola siempre ha sido un enigma, y desde el siglo IV se ha discutido si se le debe atribuir al apóstol Pablo. En occidente se rechazó su paternidad; en oriente se aceptó con reservas, y autores como Clemente de Alejandría y Orígenes estuvieron siempre en desacuerdo.
El estilo literario de esta carta goza de una elegancia muy diferente a la retórica de Pablo; y, aunque se pueden hallar similitudes ideológicas y doctrinales, la temática de Hebreos resulta totalmente “bizarra” si se enfoca como epístola paulina. Por ello, la crítica contemporánea descarta que haya sido escrita por el apóstol Pablo.
Más allá de las sugerencias de que pudo haber sido escritas por personajes citados por el Nuevo Testamento (Bernabé, Silas o Apolos), es imposible establecer la identidad del autor de este texto.
No es tan difícil calcular la fecha, ya que varias referencias sugieren que se escribió antes de la destrucción del Templo de Jerusalén (70 DC). Por el otro lado, ciertas referencias a textos de Pablo sugieren que pudo ser escrita después de 60, con lo cual podemos ubicar esos diez años como el lapso en el que probablemente se escribió.
El título “a los Hebreos” data del siglo II, y es un tanto incómodo debido a que la epístola menciona una serie de usos y costumbres, lo mismo que ideas, no necesariamente propios del judaísmo rabínico, pero sí propios de la comunidad qumranita. Por esa razón, decir “hebreos” en sentido general es inexacto, y se ha sugerido que hubiera sido más correcto el título “Epístola a los Esenios”.
Pero hay un problema serio con esto, y es el anacronismo: el texto está dirigido a promover la conversión al cristianismo de los “hebreos” (entiéndase mejor “Esenios”), sin que se haga una referencia explícita a la guerra que en esos momentos estaba a punto de iniciar (o tal vez ya había iniciado) contra Roma, y en la que los qumranitas estuvieron profundamente involucrados. En ese sentido, no se palpa en la epístola un exhorto a una comunidad imbuida en una guerra.
¿Por qué decimos que sería más apropiado el título “Epístola a los Esenios”? Por los temas que trata, en especial el sacerdocio de Malkitzadek (Melquisedec), un tema que sólo fue tratado por los Esenios-Qumranitas (existe todo un rollo dedicado al tema: el catalogado como 11Q13 u 11QMelchizedek).
Además, otro punto que ha sido frecuentemente recalcado por los especialistas, es que las frecuentes referencias a aspectos litúrgicos evidencias que, muy seguramente, la disertación propia del texto estuvo dirigida a miembros de la casta sacerdotal. Recuérdese que la secta Esenia-Qumranita estuvo dirigido por saduceos de tendencias místicas y radicales.
Debe mencionarse que los dos temas generales del texto no cuadran del todo, a primera vista, con el perfil Esenio: Jesús es al mismo tiempo Rey y Sumo Sacerdote, del mismo modo que Malkitzadek, y se debe tener cuidado de no caer en la apostasía.
Respecto al primer punto, hay que mencionar que, según la tradición Esenia-Qumranita, Malkitzadek, nombre alternativo del Arcángel Mijael (Miguel), es el Rey y Sumo Sacerdote de los ángeles. Por eso, la Epístola a los Hebreos asocia el Sumo Sacerdocio de Jesús con el de Malkitzadek, en tanto es rey y Sumo Sacerdote. Por lo tanto, es superior al Sumo Sacerdocio aarónico (véanse los capítulos 3-7 de la epístola). En contraparte, es un hecho que los Esenios tenían perfectamente claro que el Rey y el Sumo Sacerdote eran personas distintas. De hecho, habían surgido como secta precisamente por oponerse a la usurpación hasmonea, que llevó a que una sola persona ejerciera el poder político y el religioso al mismo tiempo.
Pero esto es una vista superficial, por el momento. En realidad, hay razones muy de fondo para comprender por qué esta epístola discute el asunto, y las analizaremos mejor cuando hablemos de los objetivos del ministerio de Jesús de Nazareth.
De todos modos, una cosa es indiscutible: el único grupo al que le hubiera resultado lógico discutir este asunto, independientemente de la postura a favor o en contra que tomaran sus integrantes, fueron los Esenios-Qumranitas.
Hay que aclarar que la Epístola a los Hebreos no se podría considerar un texto apocalíptico. Pero no se puede soslayar que está vinculado con la tradición apocalíptica, aunque sea de modo controversial.
¿Qué es lo que tenemos en esa Epístola? ¿Se trata de una réplica cristiana contra doctrinas populares entre Esenios?
Esta posibilidad es sugerente, aunque cristianos y qumranitas no tuvieron mucho tiempo como para entrar en controversia (la secta Esenia-Qumranita desapareció en 68, cuando las tropas romanas arrasaron el monasterio de Qumrán).
Para poder visualizar esa perspectiva, tendríamos que suponer que la Epístola a los Hebreos es un texto muy primitivo. Sin embargo, ciertas referencias a conceptos paulinos lo ubican, como ya mencionamos previamente, hacia la década de los años 60s del siglo I, por lo que sólo nos queda otra alternativa: suponer que las controversias entre Esenios y Cristianos eran bastante más antiguas.
¿Qué razón pudo haber para que Esenios y Cristianos se confrontaran? Podemos vislumbrar un poco a partir del contenido de la Epístola: si por parte cristiana se está explicando en qué sentido Jesús es Sumo Sacerdote, lo lógico es deducir que los Esenios tenían otra opinión sobre Jesús.
Pero aquí hay un problema: el autor de Hebreos conoce perfectamente bien las enseñanzas Esenias, y es evidente que está familiarizado con el texto sobre Malkitzadek. Los Esenios siempre fueron muy rigurosos respecto al hermetismo de sus doctrinas, y no era posible que tomaran como alumno, o que proporcionaran información a alguien ajeno a la secta.
Eso no nos deja muchas alternativas: el autor tuvo que haber sido Esenio. Y entonces tenemos que seguir preguntando: ¿se trata de un Esenio convertido al cristianismo? ¿O se trata, originalmente, de una controversia interna dentro de la misma secta Esenia, en la que un grupo estaba de acuerdo en aceptar a Jesús como Rey y Sumo Sacerdote, y el otro se apegara a la tradición según la cual el Rey tenía que pertenecer al linaje de David, y el Sumo Sacerdote al de Aarón? El inconveniente que tendría esta última posibilidad es la perspectiva netamente cristiana explayada en los capítulos 8-12, que —de hecho— son los que más reflejan la influencia paulina.
Pero cabe la posibilidad de que sea, nuevamente, un texto elaborado en un proceso largo, y no se puede descartar que el texto originalmente haya surgido de una controversia interna de la secta Esenia, y que luego haya sido acoplado por el cristianismo desde su propia perspectiva.
Se podría objetar que el estilo literario de Hebreos es demasiado sólido como para suponer que se trata de un texto elaborado en varias etapas, pero debe considerarse un hecho importante al respecto: el estilo Esenio era demasiado complejo, incluso para los judíos de la época. Más, por lo tanto, para los cristianos. Por ello, no resulta extraño que hubiera tenido que ser completamente reelaborado.
Claro: dicha reelaboración tuvo que haber sido hecha por alguien que tuviera un cierto conocimiento de los textos Esenios. Y con ello, volvemos a la posibilidad de que se tratase de un Esenio convertido al cristianismo.
En realidad, lo más factible sería —entonces— una combinación de las dos alternativas sugeridas anteriormente: hubo una controversia dentro de la secta Esenia respecto al papel de Jesús; de ella, se derivó un texto que luego fue reelaborado por un Esenio convertido al cristianismo, no necesariamente dirigido a otros Esenios, sino a un grupo de cristianos que podían estar moderadamente interesados en la controversia.
Queda un problema todavía: ¿qué tan factible era la conversión de un Esenio al cristianismo? Es un hecho que, desde la perspectiva interna del radicalismo qumranita, eso equivalía a una traición terrible.
Pero hay más aún: ya hemos mostrado evidencia de que Jesús tuvo un vínculo directo con los Esenios-Qumranitas (su único discurso de indiscutible autoría está hecho en un lenguaje totalmente qumranita, y la temática es perfectamente apocalíptica). En consecuencia, si un grupo podía apelar a que habían conocido y entendido a Jesús, eran ellos, justamente, los Esenios. Por lo mismo, suponer que uno aceptara los antagónicos puntos de vista del cristianismo paulino resulta sumamente improbable.
Si nos quedamos en este punto, el asunto parece un callejón sin salida:
1. La Epístola a los Hebreos no puede ser un producto cien por ciento cristiano, porque refleja un conocimiento amplio de doctrinas Esenias, y no hay ninguna evidencia de que el cristianismo primitivo lo tuviese. De hecho, el Apocalipsis de Juan, en tanto texto cristiano elaborado a partir de documentos apocalípticos de evidente origen Esenio-Qumranita, demuestra que los cristianos no sabían cómo traducir los complejos códigos Esenios. Queda, por lo tanto, descartado que sea un texto cristiano dirigido a Esenios.
2. Tampoco puede ser un registro documental de una controversia interna de la secta Esenia sobre Jesús. La presencia de conceptos netamente cristianos (especialmente los de los últimos capítulos) hace imposible que podamos definir este texto como Esenio.
3. Es demasiado reducida (casi inexistente) la posibilidad de que se trate de un texto escrito por un Esenio convertido al cristianismo, debido a que no hay evidencia de que haya habido conversiones entre los Esenios (de haber sido así, habría rastros en la literatura cristiana de ello, aparte de que hubiera habido un mejor manejo de la literatura apocalíptica Esenia; o más aún: tomando en cuenta que la literatura apocalíptica Esenia estaba enfocada al conflicto bélico que se sostuvo contra Roma, la presencia de Esenios convertidos hubiera influido para que ese tipo de libros fueran desechados por la Iglesia, no para que fueran reinterpretados).
Nos queda otra alternativa: suponer que existió un tipo de judaísmo o cristianismo que se hallara en medio de los extremos que representaban Esenios y Cristianos paulinos.
De hecho, hay bastante información como para suponer que sí lo hubo: el judaísmo alejandrino.
Alejandría era el centro cultural más importante en la época que hemos estado analizando, y una fuerte comunidad judía se había establecido allí desde tres siglos antes.
Allí fue donde mejor evolucionó el judaísmo de perfil helenista, pero hay que recalcar que lo hizo en todas sus vertientes. Hasta este punto, nos hemos referido casi exclusivamente a las posturas políticas del judaísmo helenista, y muy específicamente al vinculado con la familia Herodes.
Pero el judaísmo helenista alejandrino fue algo mucho más complejo que simplemente decir que eran judíos que estaban cómodos en el Imperio Romano, y que por lo mismo no compartían el celo nacionalista de los Esenios-Qumranitas.
El mejor ejemplo del judaísmo alejandrino nos ha llegado en las obras de Filón de Alejandría (hacia 20 AC – hacia 50 DC), que intentó conciliar las tradiciones de la filosofía griega con la religión judía, y que fue un gran maestro en el método alegórico de interpretación de los textos bíblicos.
Hay suficiente evidencia en el Nuevo Testamento para demostrar que hubo una tendencia judía helenística profundamente influenciada por el misticismo, y es muy probable que dicha tendencia haya sido un puente de contacto con el misticismo Esenio.
No implica que este tipo de judíos fueran Esenios, y menos aún que fueran bien vistos por los Esenios, pero tratándose de un judaísmo educado, sus grupos de tendencia místicas podían tener mejor éxito a la hora de entender ciertos conceptos manejados por los Esenios.
Hay algo más: en Alejandría también era muy influyente el Clan Saduceo, e incluso había un grupo que compartía un interés muy similar al de los Esenios del desierto de Judea: el rechazo al sistema litúrgico de Jerusalén, y el objetivo de proteger lo que ellos consideraban el “verdadero sacerdocio” (saduceo, naturalmente).
Incluso, este grupo de saduceos egipcios obtuvo la autorización para construir una réplica del Templo de Jerusalén a unos 20 kilómetros al noreste del actual El Cairo, en un lugar que sigue siendo llamado Tell el Yahudiya (Monte del Judío).
Dicho Templo, construido durante el reinado de Ptolomeo VI Filometor (181-145 AC) nunca tuvo como objetivo reemplazar al de Jerusalén, pero sí conservar el verdadero linaje de Sumos Sacerdotes, como evidente reacción contra la “usurpación” hasmonea (exactamente el mismo acontecimiento que detonó la integración de la secta Esenia). No se sabe si el dirigente espiritual que consiguió el permiso del Faraón para construir este Templo fue Onías III o IV.
El punto medular es este: un poderoso grupos de saduceos establecido en Egipto compartía una perspectiva fundamental para los saduceos que dirigían el movimiento Esenio: la forma en la que se hacían las cosas en Jerusalén estaba mal, y de uno u otro modo había que estar listos para el momento de corregirlas. La diferencia fue que los Esenios de Judea —acaso por estar sobre el terreno protagónico— se involucraron directamente en la guerra contra Roma.
No es improbable que hubiera cierto tipo de contacto entre ambos grupos. Por eso, no es improbable que en Alejandría hubiera judíos que, sin necesidad de ser Esenios, compartieran algunos (y recalco: algunos, que no todos) puntos de vista, especialmente de carácter místico.
Como ya mencioné, hay suficiente evidencia en el Nuevo Testamento para suponer que una fuerte tradición cristiana se derivó de este tipo de judaísmo, lo que nos permitiría enfocar otras posibilidades para saber de donde surgió la Epístola a los Hebreos:
1. Puede tratarse de un texto escrito por un cristiano alejandrino de origen judío. Sin embargo, esta idea tiene algunos inconvenientes: las ideas paulinas que afloran hacia el final de texto no parecen poder ser ubicadas fácilmente en Alejandría.
2. Puede tratarse de un texto que originalmente fue una controversia entre Esenios, posteriormente reelaborado y adaptado al contexto cristiano por un alejandrino de origen judío.
3. Pueden ser ambas posibilidades al mismo tiempo: un texto cristiano elaborado sobre la base de un texto Esenio (mucho más reducido originalmente) que ya había sufrido una adaptación al contexto cristiano, hecha por un alejandrino. Esta idea me parece la más viable, ya que explica por qué hay contenidos abiertamente Esenios en la primera sección, y paulinos en la segunda, siempre reinterpretados desde una óptica cristiana a todas luces. Entonces tendríamos que considerar tres etapas en la conformación final de este libro: en la primera, pudo haber sido una controversia Esenia sobre los roles mesiánicos y la posibilidad de fusionarlos en una sola persona. Dicha controversia no tiene que ser asociada a Jesús forzosamente. Hay varios indicios en la literatura qumránica que sugieren que se contemplaba (o que alguien contemplaba) la posibilidad de un Mesías que integrara los dos roles (el Davídico y el Aarónico). Dicha controversia pudo haber sido retomada por un judío alejandrino convertido al cristianismo, o por un cristiano que tuviera un buen conocimiento de las ideas místicas del judaísmo alejandrino (un prosélito), y adaptada al tema de Jesús como Sumo Sacerdote y Rey al mismo tiempo. Finalmente, pudo haber recibido añadidos posteriores que incluyeran las partes más evidentemente paulinas, o incluso que recurriese a la fusión de este texto con otro de verdadero origen paulino (esto se puede deducir de la extraña despedida, en donde el autor dice “les he escrito brevemente”; desde ninguna perspectiva, Hebreos podría ser considerada una Epístola breve; queda abierta la posibilidad de que estemos ante dos textos fusionados).

Más allá del hecho de que la Epístola a los Hebreos no es un texto estrictamente apocalíptico, es el testimonio de que el cristianismo retomó una controversia que, según la evidencia, surgió dentro del seno de la comunidad Esenia-Qumranita: el asunto de los linajes mesiánicos.
Falta revisar un detalle importante, pero eso lo haremos en una nota posterior: qué tanto tuvo que ver Jesús de Nazareth con esa controversia, o —por lo menos— con el hecho de que el cristianismo retomara esa controversia, estableciendo como doctrina básica de su cuadro ideológico general que Jesús es un Sumo Sacerdote superior a Aarón, y que la comunidad como tal ejerce un sacerdocio espiritual más allá de los limites de la casta sacerdotal judía.

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