mayo 06, 2009

SEXTO ASUNTO: JESÚS DE NAZARETH

¿Es posible hacer una reconstrucción del Jesús histórico?
Los intentos se han hecho desde hace varios siglos, y lo más característico de los resultados ha sido la disparidad al respecto. Ya hemos escuchado de Cristos místicos, eruditos, revolucionarios, e incluso, inexistentes.
Evidentemente, la reconstrucción es casi imposible. A lo más, podemos aspirar a reconstruir el contexto en el que vivió.
Curiosamente, información al respecto no falta, pero hay un punto en donde saltan inmediatamente los límites que cada investigador no está dispuesto a traspasar.
Por un lado, tenemos a los que no quieren aceptar la evidencia que haga de Jesús alguien demasiado humano.
Por el otro, los que forzosamente quieren reconstruir a Jesús del modo más heterodoxo posible, con la consigna implícita de dar por hecho que todo lo que el cristianismo oficial usa como fundamento es, en el mejor de los casos, falso. En el peor, un fraude premeditado.
En términos prácticos, en un extremo están los que no se atreven a disociar a Jesús del Nuevo Testamento, pese a que toda la evidencia historiográfica demuestra que dicha colección de libros recupera lo que se creía de Jesús, pero no necesariamente lo que Jesús creía, y menos aún lo que hizo y enseñó.
Por el otro, los que prefieren buscar en los evangelios gnósticos o apócrifos, o en Egipto y Cachemira, las huellas del “verdadero” Jesús, ajeno por completo a los dogmas y los textos oficiales del cristianismo.
Y, pese a todo, lo cierto es que no tenemos mejor material disponible para recuperar al Jesús histórico, que los evangelios canónicos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Pero es un hecho que, por el otro lado, tampoco debemos limitarnos a la lectura tradicional que la Iglesia ha mantenido de los mismos.
Al fin de cuentas, toda la evidencia documental que se ha recuperado, especialmente en los Rollos del Mar Muerto, en conjunto con la que ya se disponía, nos permiten reconstruir mucho (aunque no todo) del rompecabezas que es el judaísmo de los últimos tres siglos de la época del Segundo Templo.
Vamos ordenando algunas ideas para empezar a visualizar el asunto:
1. Disponemos de tres grandes corpus documentales provenientes de esa época, cada uno con sus ventajas y desventajas: la literatura Esenia-Qumranita (Rollos del Mar Muerto), el Talmud y el Nuevo Testamento.
2. Estas colecciones monumentales (el Nuevo Testamento es la más pequeña) surgieron, cada una, de diferentes sectas consolidadas en el judaísmo de los siglos II AC al I DC: los Esenios, los Fariseos y los Cristianos (existió el clan saduceo como otro poderoso grupo, pero no nos ha llegado de ellos más que un documento recuperado entre los Rollos del Mar Muerto: el Rollo del Templo).
3. ¿Cuáles son las ventajas y desventajas del Talmud? En primer lugar, que su proceso de conformación e integración abarca mucho más que la época que nos interesa, ya que se empezó a recopilar hacia el siglo III AC, y se concluyó hasta finales del V DC. En estricto, la única sección que podemos usar para efectos de comparación es la primera parte, la Mishná, que se terminó de compilar hacia finales del siglo II DC, más o menos al tiempo que los textos del Nuevo Testamento, sin estar todavía integrados como una colección definida, llegaban a su forma estructural definitiva. El Talmud en general, y la Mishná en particular, tienen otro inconveniente: los Fariseos, así como sus sucesores los rabinos, nunca tuvieron la intención de integrar un registro histórico. Los temas que se discuten en la Mishná acaso nos dan información colateral sobre los acontecimientos de esas épocas. En contraste, una gran aportación (sutil, pero muy valiosa) es que la Mishná nos da un muy buen ejemplo de qué cosas creían y aceptaban como válidas los fariseos, y cuales no. Llegó a cuestionarse la fiabilidad de la Mishná para estos efectos, pero los textos recuperados en Qumrán en los que los Esenios critican a los fariseos, y que llegan a datar de cuatro siglos antes de la conclusión de la Mishná, han demostrado que dicha parte del Talmud es sorprendentemente exacta en su apreciación de las creencias y prácticas del fariseísmo antiguo. Por ello, a la hora en la que es necesario tomar en cuenta los límites del pensamiento y la práxis de los Fariseos en relación de los Esenios, o viceversa, la Mishná es un documento sumamente funcional.
4. Por otra parte, las ventajas y desventajas de los Rollos del Mar Muerto también son varias. El gran aporte (invaluable, a juicio de muchos) de esta literatura es que nos ha permitido reconstruir un buen panorama de uno de los sectores del judaísmo del que, hasta antes del descubrimiento y estudio de estos documentos, casi no se sabía nada: los Esenios. El problema es que la información recuperada sobre ellos nunca es homogénea. Esto se puede deber a tres razones: nuestra reconstrucción de su pensamiento es incompleta, debido a que la información nos ha llegado fragmentada, especialmente por el deterioro de mucho del material; o bien pudo suceder que la ideología de los Esenios evolucionara durante los casi dos siglos y medio que duró el desarrollo de la secta, y nosotros estemos frente a la limitante de no poder establecer con absoluta seguridad el orden cronológico de aparición, evolución, transformación, e incluso desaparición, de las ideas o doctrinas Esenias; la otra alternativa es que al hablar de “Esenios” no estemos refiriéndonos, necesariamente, a un solo grupo, sino a una tendencia que tuvo múltiples manifestaciones y subdivisones, por lo que pretender darle una coherencia pulcra a todos los documentos Esenios recuperados, tal vez sea un esfuerzo inútil. Y ¿por qué no? Acaso el problema incluye las tres posibilidades al mismo tiempo: nunca vamos a recuperar el cien por ciento de la información de una secta que tuvo muchas variantes, con diferentes posturas cada una, que durante un lapso de casi dos siglos y medio coexistieron, se confrontaron, evolucionaron y, finalmente, desaparecieron.
5. Hasta el momento, de lo que más hemos hablado es del Nuevo Testamento, así que al mencionar sus ventajas y desventajas estamos haciendo una suerte de resumen de mucho lo que hemos venido exponiendo: la principal desventaja del Nuevo Testamento es que, dado su peso tradicional, es muy difícil que los académicos renuncien completamente a las visiones dogmáticas. El principal punto en donde podemos ver esto es en la insostenible equivalencia que muchos hacen entre lo que enseñó Jesús y lo que enseña el Nuevo Testamento. Para que esa idea tuviera validez, el Nuevo Testamento lo tendría que haber escrito Jesús directamente. Sin embargo, sabemos que fue escrito por sus seguidores, y nunca bajo los criterios de lo que hoy llamamos una biografía, sino con claras y definidas perspectivas teológicas. Además, no fue escrito de una manera programada y organizada. En realidad, el Nuevo Testamento es fruto de un proceso que se extendió por más de tres siglos, y en el que debemos identificar, por lo menos, tres etapas: la primera fue aquella en la que se escribieron los documentos originales; en la segunda, dichos documentos fueron recibiendo agregados y correcciones hasta que se logró definir la estructura del texto (probablemente, dicha etapa haya acabado hacia mediados del siglo II, si no es que un poco después); finalmente, la etapa en la que se fue depurando la redacción del texto, si bien es factible que haya habido otras inserciones, aunque de menor tamaño. Esta etapa final sólo concluyó hasta la oficialización definitiva del Nuevo Testamento, a finales del siglo IV. Más allá de todos los detalles que se puedan discutir sobre cada etapa, lo cierto es esto: el Nuevo Testamento es un escaparate donde podemos ver, en primer lugar, la evolución del pensamiento del cristianismo primitivo en un lapso de tres siglos. Y eso es muy diferente a lo que realmente hizo y enseñó Jesús, un judío que vivió inmerso en el momento en que su pueblo se estaba radicalizando y preparando para enfrentarse al más poderoso ejército del mundo. ¿Qué ventajas tiene el Nuevo Testamento? Que es la principal fuente de información que tenemos sobre Jesús. Las referencias que el Talmud ofrece al respecto son irrelevantes en cuanto a datos históricos, ya que son demasiado tardías, y en realidad nos dan más información sobre las controversias que los judíos tenían con los cristianos hacia el siglo III y IV, que datos fehacientes sobre el Jesús histórico. Por su parte, en los Rollos del Mar Muerto no hay ninguna referencia hacia Jesús ni hacia el cristianismo (especialmente, debido a que este último empezó su verdadero desarrolló justo cuando los Esenios-Qumranitas estaban por desparecer del panorama). Además, por una razón obvia de interés religioso, los cristianos fueron quienes se dedicaron a investigar, integrar y conservar la información sobre Jesús. Es un hecho que mucha de esta información no la podían entender, por lo que inevitablemente alteraron su significado (especialmente, la de perfil apocalíptico, que es —además— la más inmediata al Jesús histórico). Pero tienen el mérito de que, con todo y sus limitantes, la conservaron y le dieron una forma más o menos coherente respecto a sus intereses cultuales y teológicos. Este complejo proceso se dio, sobre todo, en el siglo II, donde el grueso del cristianismo ya no tenía nada que ver con el pueblo judío, razón por la cual el perfil definitivo del Nuevo Testamento no se parece nada, en cuanto a forma, y poco, en cuanto a contenido, al Talmud o a los Rollos del Mar Muerto.
¿Qué es lo que nos corresponde hacer? Aparte de una obligada revisión de las características de cada corpus literario, un necesario distanciamiento de las posturas.
Intentar descifrar este complejo acertijo desde una perspectiva cristiana no sirve, porque inevitablemente se intentaría mantener la esencia del pensamiento cristiano.
Lo único seguro es que se tiene que ser lo más frío y neutral posible, tomando en cuenta que el proceso de reconstrucción de un perfil limitado del Jesús histórico nos va a obligar a dos cosas, por lo menos:
1. Hacer una disección historiográfica del material que tenemos en el Nuevo Testamento, para intentar acceder a los textos más arcaicos, y por lo tanto más cercanos a Jesús. Eso es lo que hemos pretendido hacer en nuestras disertaciones sobre el Evangelio Original.
2. Entender que el texto que podamos obtener de esa disección (el Evangelio Original) no puede ser leído desde la óptica cristiana, ya que esa óptica se consolidó posteriormente, y en un contexto totalmente diferente. Se tiene que leer a partir del contexto judío del siglo I. ¿Desde cual perspectiva? ¿La Farisea o la Esenia-Qumranita? La propia evidencia del Nuevo Testamento nos inclina hacia la perspectiva Esenia-Qumranita, ya que es evidente que una buena cantidad de material proviene de ese contexto (el Evangelio Original, en consecuencia, los Evangelios Sinópticos, las Epístolas de Pedro, la de Judas y la de Hebreos, así como toda la base del Apocalipsis de Juan). Para confirmar que esta postura es la más lógica, basta con comparar el Nuevo Testamento con el Talmud (la perspectiva Fariseo-Rabínica), y corroborar que de ningún modo se encuentran las mismas similitudes estructurales, estilísticas e ideológicas que sí se encuentran con la literatura Esenia-Qumranita. Por mucho que se insista en que algunas enseñanzas atribuidas a Jesús tienen paralelo a las enseñanzas de los Fariseos, de ningún modo se podría identificar cierto pasaje del Nuevo Testamento como estructural e ideológicamente idéntico con alguna porción talmúdica. A excepción de ciertas secciones del Sermón del Monte, que —como ya vimos— hay muchas razones para cuestionar que realmente Jesús lo haya dicho o enseñado.
A muchos ya les puede parecer molesto lo que se propone aquí: recuperar lo más parecido posible al Evangelio Original, y luego leerlo como si fuera un documento qumranita.
Pero es lo más lógico. Veámoslo desde esta perspectiva (es lo mismo, pero dicho con otras palabras): hemos recuperado un texto apocalíptico; leámoslo, pues, como texto apocalíptico.
¿Los Fariseos cultivaron la apocalíptica? No. Entonces, los parámetros Fariseos no nos sirven para leer el Evangelio Original.
¿Los Esenios-Qumranitas cultivaron la apocalíptica? Vamos, hasta la pregunta es pequeña a la luz de lo que sabemos del fenómeno. Acaso, habríamos de preguntarnos si existió otro grupo que la cultivara. Hasta donde sabemos, no. La única secta judía de la época que cultivó este tipo de literatura radical fue la secta del desierto de Judea, la que hoy identificamos con el genérico término de Esenios-Qumranitas.
La única posibilidad para rechazar que esta sea la mejor lectura posible del Evangelio Original, se tendría que basar en la idea de que dicho texto no pudo ser (o no fue) un texto apocalíptico en su origen. Pero, honestamente, no veo cómo se pudiera fundamentar dicha idea: Jesús inició su ministerio bajo la tutela de un predicador apocalíptico (Juan el Bautista), y dirigió un movimiento bajo la consigna escatológica de que “el Reino de los Cielos estaba cerca” (una idea netamente apocalíptica); organizó a sus seguidores siguiendo los criterios, y posiblemente hasta las instrucciones, de varios documentos apocalípticos de Qumrán, y antes de morir dio un discurso apocalíptico al cien por ciento, tanto en forma como contenido.
Por eso me parece ineludible aceptar que hubo un vínculo de Jesús con Qumrán, mucho más estrecho de lo que muchos académicos (la mayoría) quieren aceptar. Por eso, justamente, creo que el acercamiento correcto al Evangelio Original debe tomar como base la literatura de Qumrán.
Cierto: podemos adelantar que el Jesús resultante desde esta perspectiva no fue un qumranita típico, y esa es la única razón para entender que después de él se haya desarrollado eso que luego se llamó cristianismo.
Pero, de todos modos, las ideas de los sectarios de Qumrán son las fundamentales para entender el punto de partida desde donde debemos estudiar al Jesús histórico. Y esas ideas ya las hemos visto a lo largo de estas notas. Podemos resumirlas del siguiente modo:
1. El ejercicio del poder, tanto político como religioso, era ilegítimo por completo. Judea no estaba gobernada por la gente correcta, ni el Templo era dirigido del modo correcto.
2. La Historia es lineal y el destino de la humanidad ya está prefijado por D-os mismo. Sus profetas habrían ya anticipado lo que estaba por suceder.
3. El colapso de la Historia implicaría una batalla final entre los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas. Para los Esenios-Qumranitas no había dudas del enemigo a vencer: Roma.
4. La derrota de Roma habría de ser seguida por la renovación total de las instituciones judías: un nuevo cielo y una nueva tierra implicaban una nueva era tanto en el gobierno político como en el religioso, una vez que la dinastía usurpadora —los Herodes— fueran eliminados del panorama político, y ello permitiera la restauración del verdadero modo de ejercer el sacerdocio.
5. Hubo un punto muy importante de discordia: según la tradición, el trono debía ser ocupado por los descendientes del Rey David, y el Sumo Sacerdocio por los descendientes de Aarón. Sin embargo, hay evidencia para sostener que un grupo propuso que ambos cargos fueran ejercidos por la misma persona. Esto provocó un cisma momentáneo dentro de la secta qumranita, mismo que truncó las expectativas de un levantamiento judío contra Roma, casi cuarenta años antes de la Primera Guerra Judeo-Romana.
6. ¿De dónde obtenemos esa información? Del Evangelio Original, una vez que lo leemos como lo que es: un texto apocalíptico escrito con el probable objetivo de registrar la complicada vida del que probablemente haya sido el último rey judío reconocido como descendiente directo del Rey David.

Jesús de Nazareth.

2 comentarios:

  1. Buen día:
    Lamentablemtente, no me he dado el tiempo de leer con la tranquilidad y paciencia que requeriría, o desearía, sin embargo, creo que los temas que se tratan son sumamente interesantes (La historicidad de Cristo es desde hace unos años una de mis inquietudes) de cualquier manera, solo quería agradecerle por compartir sus teorias y conclusiones, que forman de éste espacio un oasis en el torbellino de éste mundo sin sacralidad, ¡Saludos, buena suerte! o ¡Shalom!

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  2. V. Corona

    Agradezco tu paciencia para revisar el material que he subido al blog. Aprovecha estos días que ando con una mano lastimada y estoy escribiendo poco. Respecto al asunto de la historicidad de Jesús, puedo decir ahora que me parece que hay suficiente evidencia para asumir que sí existió como personaje histórico, aunque muy distinto al que después construyó el cristianismo. Las consideraciones al respecto las estoy poniendo en esta página. Leelas y elabora tus propias conclusiones. Claro, agradeceré todos los comentarios posibles. Saludos.

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