mayo 17, 2009

Tercer Tema: EL JESÚS DE CARNE Y HUESO I (DESDE EL INICIO HASTA LA INTEGRACIÓN DEL CONSEJO DE LOS DOCE)

Releyendo el Evangelio Original

En 1990, la Dra. Barbara Thiering hizo pública su teoría mediante la cual establecía el vínculo entre Jesús y la comunidad Esenia-Qumranita de Qumrán.
Naturalmente, se desató una fuerte controversia, que incluyó lo mismo declaraciones a favor del trabajo de la Dra. Thiering, que señalamientos de que su trabajo era otro ejemplo más de sensacionalismo.
¿Qué fue lo interesante del trabajo de la Dra. Thiering? Que se acercó al texto del Evangelio entendiendo que se trataba de un texto codificado, que —por lo mismo— no tenía que leerse de modo literal. En ese sentido, es obvio que mi propuesta ha tenido como un importante referente el trabajo de la Dra. Thiering.
Sin embargo, hay un aspecto en el que considero que la Dra. Thiering cometió un error trascendental: nunca tomó en cuenta las aportaciones de la Crítica Redaccional del Nuevo Testamento, y por ello le concedió el nivel de texto codificado a todo lo contenido en los cuatro Evangelios Canónicos y los Hechos de los Apóstoles, sin considerar que el texto, tal y como lo conocemos, no fue elaborado así por los seguidores de Jesús, sino por la Iglesia Cristiana durante un proceso de varios siglos.
La consecuencia es evidente: la reconstrucción que hizo la Dra. Thiering de los eventos en los que estuvo involucrado Jesús es, verdaderamente, alucinante por momentos.
En las notas anteriores me he dedicado a explicar de qué modo se puede uno acercar al texto que sí debió ser auténtico de un seguidor de Jesús, para que —evitando los fragmentos que fueron incorporándose posteriormente—, podamos abordar el complejo proceso de descifrar los códigos de perfil apocalíptico detrás de los cuales está oculta la verdadera historia del Jesús de carne y hueso.
El que tiene oídos para oír, oiga.

Premisas iniciales

Tenemos dos premisas claras para comenzar la relectura del Evangelio Original, a partir de su enfoque como un documento apocalíptico y, por lo tanto, escrito de modo codificado a partir de una serie de símbolos creados para trasladar el verdadero relato a un subnivel de lectura, del todo ajeno al superficial.
En resumen, las premisas son las siguientes:
1. El meollo del texto, al igual que en toda la apocalíptica, es la guerra. En concreto, la guerra escatológica (o la que los Esenios-Qumranitas creían que iba a ser la antesala de la llegada del Reino de los Cielos). Específicamente, la guerra contra Roma (no hay dudas al respecto, ya que este texto debió ser escrito en la década de los 30s o 40s del siglo I). Como parte del estilo encriptado, no se hacen alusiones directas a la guerra, de tal modo que parece que el tema real es otro: la vida y obra de Jesús de Nazareth.
2. La forma más simple de desviar la atención (de los no Esenios, por supuesto), es por medio de la presentación de Jesús como carpintero, oficio simbólico de aquellos que estaban destinados a destruir a los enemigos de Judea según el libro de Zacarías. De ese modo, por medio de la codificación del ministerio de Jesús, así como las escasas referencias directas al asunto alrededor del cual gira todo (la guerra contra Roma), el Evangelio Original parece contarnos la historia de un extraño carpintero que, pese a su predicación aparentemente pacífica, terminó crucificado por los romanos.

Inicio del Ministerio de Jesús

El Evangelio Original comienza con una referencia al ministerio de Juan el Bautista, basando la esencia del mismo en un pasaje de Isaías muy citado por la tradición Esenia-Qumranita: “Voz que clama en el desierto; preparad camino al Señor, enderezad sus sendas”.
En la Regla de la Comunidad de Qumrán (columna IX), dicho pasaje está relacionado con un personaje bien definido: el Instructor. Es imposible determinar si sólo había un instructor, o si era un oficio o rango compartido.
Por otro lado, a sabiendas que Juan el Bautista nació y fue educado como Saduceo, el hecho de que sea presentado como un personaje del “desierto” y a cargo de “baños rituales” (bautizos), podemos sacar conclusiones generales bastante claras: muy seguramente, la expresión “desierto” se refiere a la comunidad de Qumrán. Tradicionalmente, se cree que Juan bautizaba en el río Jordán (Yardén), pero el evangelio de Marcos carece de ese dato, lo que muestra que —seguramente—, en el texto original no está esa referencia, y simplemente dice “desierto”.
Las investigaciones arqueológicas han demostrado que el monasterio de Qumrán tenía varias piletas para uso ritual, hecho que va en perfecta relación con las frecuentes menciones que la literatura qumránica hace sobre los baños rituales (o bautizos).
Por lo tanto, lo más seguro es que el lugar en donde Juan el Bautista realizaba su labor fuese el monasterio de Qumrán. La posterior tradición cristiana no pudo descifrar este dato (principalmente porque a partir de 68 DC Qumrán quedó destruido), y trasladó estos eventos al río Jordán.
El sentido del “bautismo” de Juan no tiene dudas: los Evangelios son muy claros respecto a que era para expiar pecados, en perfecta afinidad con lo establecido por la Regla de la Comunidad de Qumrán.
¿Cuál era el objetivo? Preparar el terreno para aquel que vendría a “bautizar” (entiéndase: a ofrecer otro nivel de expiación) por medio del “espíritu” y el “fuego”. A la luz de lo que hoy sabemos sobre la literatura apocalíptica, es claro que Juan el Bautista estaba anunciando que era inminente la llegada del que iba a dirigir el levantamiento del pueblo judío contra los romanos. Como ya vimos, este tipo de expresiones fue generalmente censurado en los Evangelios, una vez que fueron reelaborados por el cristianismo gentil. De tal modo, en Marcos (un texto que se consolidó en Roma), la palabra “fuego” fue eliminada; en Lucas (el texto del cristianismo griego), una serie de añadidos convierten la predicación de Juan el Bautista en una diatriba moral, eliminando así su esencia subversiva.
Finalmente, no queda duda sobre la identidad de Juan el Bautista: en su momento, fue el Instructor de la comunidad Esenia-Qumranita.

Los Esenios fueron un grupo que le puso mucha atención al detalle de los linajes, ya que eran clasistas por naturaleza. La dirección del movimiento sólo podía estar a cargo de saduceos, y las frecuentes referencias que se hacen al “Mesías de David” evidencian que los miembros del linaje real de Judea estaban involucrados en la secta.
¿Podemos imaginarnos la expectación que se generó cuando un día cualquiera se presentó en Qumrán un príncipe de la casa de David, emparentado con los Sumos Sacerdotes por línea materna, para ser purificado y empezar a organizar al pueblo judío para su inminente redención?
Ese día hubo una declaración semi-oficial por parte del Instructor de la Comunidad Esenia: Jesús era el Hijo que iba a complacer (o cumplir la voluntad) a D-os.
Llama la atención que dicha declaración haya sido ratificada con la “aparición” de una “paloma”. Obviamente, estamos ante una expresión simbólica que se refiere a que alguien (la paloma) se encargó de dar el visto bueno a lo que allí estaba sucediendo.
¿Quién era la “paloma”? Baste, por el momento, mencionar que el nombre “paloma” es bastante frecuente en hebreo: Yoná, que castellanizado es Jonás.
En realidad, la frase “bajó una paloma” puede leerse (especialmente si se trata de una lectura encriptada) como “bajó Jonás”. Más adelante, retomaremos este cabo que, por el momento, queda suelto.
Una cosa es segura: a partir del momento en que el Instructor purificó al príncipe, las expectativas de todos se enfocaron hacia este último, perfectamente identificado ya como el “carpintero” que habría de destruir al cuerno que mantenía disperso al pueblo judío.

La tentación

Vamos a enfocarnos en los aspectos más básicos de este pasaje: Jesús fue llevado al desierto, y allí fue tentado por el Diablo.
Más allá de los detalles de las famosas tres tentaciones (que son un gran reto para el análisis historiográfico), llama la atención una nueva mención al “desierto”.
En el análisis que hicimos del estilo apocalíptico pudimos ver que un rasgo esencial de este tipo de literatura es la coherencia, debido a que su naturaleza simbólica no se puede dar el lujo de un desenvolvimiento arbitrario, mismo que provocaría que el texto se volviese ininteligible. Por ello, lo lógico es suponer que “desierto” aquí equivale a lo mismo que en el relato sobre Juan el Bautista. En consecuencia, por “desierto” habría que entender Qumrán.
Esto implica que la idea de que Jesús fue llevado al “desierto” puede significar que se estableció en Qumrán de modo fijo durante un período de cuarenta días, previo al inicio de su ministerio.
Una cosa es segura: durante ese lapso en el monasterio Esenio, fue confrontado por un personaje que le planteó una perspectiva muy diferente de las cosas, misma que —en cierto sentido— equivalía a una invitación para que no siguiera adelante con el programa Esenio (cuyo objetivo no era otro que el levantamiento contra Roma).
A fin de cuentas, ese es el objetivo de la tentación de Jesús: impedir su ministerio.
Aquí nos enfrentamos a un problema similar al de la “paloma”: ¿quién es el Diablo? Obviamente, no se trata del príncipe de los demonios (de hecho, la tradición judía ni siquiera asume la existencia concreta de semejante personaje). Se trata de una forma simbólica para referirse a alguien, a todas luces, poderoso, que además tenía su propio opinión sobre como debían hacerse las cosas, y que sin duda era antagónica al proyecto Esenio.
Es deducible que este personaje tuvo una interesante discusión con Jesús, que en términos prácticos no tuvo el efecto deseado: Jesús dejó en claro que su proyecto seguía en pie, y después del trance, fue “servido” por ángeles.
Lo mismo: ¿quiénes son los “ángeles”? Eso no es tan complicado, ya que son personajes genéricos. Baste recordar la escena de la resurrección, en la que aparecen “ángeles” en vestiduras blancas anunciando que Jesús ya no está en el sepulcro.
Las vestiduras blancas fueron el modo normal de vestir de los Esenios. Por lo tanto, es altamente probable que las menciones a los “ángeles” se refieran a miembros de la secta Esenia.

Inicio de la predicación de Jesús


Hay una mención a que Juan el Bautista fue arrestado. Generalmente, dicho evento se asocia a sus diferencias con Herodes II y sus enredos matrimoniales, pero hay que recalcar que esos datos sólo aparecen en Mateo y Marcos, mientras que Lucas sólo ofrece una escueta mención a que Herodes mandó a decapitarlo después de su arresto. De ello, se deduce que en el Evangelio Original no existió la anécdota de Salomé y su baile premiado con la cabeza de Juan.
No. Solamente la mención de que, tras el bautismo de Jesús, Juan fue encarcelado, y posteriormente decapitado.
¿La razón? Una vez que quitamos el relato agregado (el baile de la hija de Herodías), es bastante fácil entender el móvil de Herodes II para irse contra Juan: lo que había hecho en Qumrán al bautizar a Jesús (evento que, sin duda, fue conocido por toda la alta sociedad judía por la expectación que debió provocar) era algo, simplemente, subversivo.
Esta sencilla idea (“Herodes arrestó a Juan”) nos obliga a reconstruir otro aspecto importante que puede pasar fácilmente desapercibido: la jurisdicción de Herodes se limitaba a Galilea, y es poco probable que fuera el rango de acción de Juan, debido a que Qumrán y los pueblos vinculados con el monasterio estaban en Judea (bajo control de Poncio Pilatos).
Si Juan fue arrestado por Herodes, significa que estaba en Galilea en el momento de su arresto.
¿Tiene lógica la presencia de Juan el Bautista en Galilea? Sí, y demasiada. Es bien sabido que Galilea fue una de las zonas de mayor descontento popular durante el primer siglo, y que fue la sede de muchos movimientos subversivos anti-romanos. De hecho, el primer levantamiento contra Roma fue dirigido por un galileo.
Por ello, puede deducirse que cualquier proyecto de revuelta contra Roma requería de un buen trabajo de coordinación en Galilea. Por eso, no es extraño que Juan se haya trasladado a Galilea, y menos aún que tras su arresto, Jesús haya iniciado su ministerio en Galilea con una frase a todas luces apocalíptica (y, por ello mismo, subversiva): el Reino de los Cielos se ha acercado.
¿Qué es el Reino de los Cielos? Es fácil: una nación judía redimida y gobernada por la Casa de David restaurada. Que, traducido, es equivalente a una Judea sin Roma.

El llamamiento de los primeros cuatro apóstoles

Una vez establecido en Galilea, ¿qué es lo primero que procede a hacer Jesús mientras anuncia la inminencia del Reino?
La integración del Consejo de los Doce. Y comienza por los “pescadores”, es decir, aquellos que —según Jeremías— habrían de reunir a los exiliados del pueblo judío. Del mismo modo que el término “carpintero” funciona como distractor para que no quede claro quién era realmente Jesús (a menos que se conocieran bien los simbolismos proféticos), el término “pescador” es usado para que la identidad real de Pedro, Andrés, Juan y Jacobo quede también bajo un disfraz simbólico.
Hasta este punto, sólo una cosa podría quedar bien clara: los cuatro eran personajes influyentes, ya que la labor de “reunir” a los exiliados de Israel requería de roce político, porque implicaba la coordinación del apoyo de las comunidades de la diáspora al proyecto que ahora estaba en manos de Jesús: la redención de Israel.
Hay que notar que, a partir de este momento, lo más frecuente en el texto es la forma encriptada para referirse a los personajes que rodean a Jesús.
Hasta el momento, sólo dos personajes han sido mencionados de modo claro: Juan el Bautista y Jesús. En contraparte, hay seis cuyas identidades no han sido mencionadas de modo claro, sino bajo diversos símbolos: la paloma, el diablo y los cuatro pescadores.
¿Significa eso que sean seis personajes?
No necesariamente. Debe considerarse la posibilidad de que a veces el mismo personaje sea mencionado con símbolos distintos. De ese modo, el texto garantiza que alguien ajeno a la secta no va a poder tener claro cuántos estaban involucrados en el proyecto de “redención” de Israel. Y, menos aún, quiénes eran.

Los primeros milagros

Este tipo de relatos nos resultan del todo enigmáticos. Si seguimos con la lógica de que estamos frente a un texto apocalíptico que nos habla de una guerra inevitable, es obvio que estos relatos no se refieren a milagros reales, sino al método de relaciones públicas de Jesús.
En sí, son cuatro los milagros de curación que se mencionan: a un endemoniado, a la suegra de Simón Pedro, a un leproso y a un parálitico.
¿Podemos saber quiénes son? Difícilmente, pero podemos recuperar algunas ideas básicas.
Por ejemplo, es obvio que el endemoniado tiene un vínculo con el Diablo, y recordemos que el Diablo fue alguien que intentó convencer a Jesús de no continuar con su proyecto. Si bien más adelante vamos a ir descubriendo perfiles más claros de los endemoniados, podemos suponer que quienes son mencionados como “posesos” eran gente cuya perspectiva política era antagónica a la de Jesús.
¿Qué significa que Jesús lo curó? Seguramente, que lo convenció para integrarse a su causa. Estaríamos hablando, entonces, de personajes a quienes Jesús persuadió para que lo apoyaran en su proyecto de redención de Israel.
¿Qué podemos decir de la suegra de Pedro? No mucho, salvo que se trata de un personaje alejado de la vida pública. El hecho de que haya sido “sanada” implicaría, al igual que en el caso anterior y respetando la coherencia de los símbolos, que se trata de otro personaje atraído a la causa de Jesús. No me parece que sea necesario suponer que se trataba de una mujer, aunque sí que se trataba de alguien con parentesco a Pedro.
Luego se menciona a un leproso, que equivale a alguien inmundo e imposibilitado para mantener contacto con la sociedad. Un excluido, en resumen. No es tan complicado imaginar a qué se puede referir, toda vez que documentos como la Regla de la Comunidad de Qumrán nos muestran que los Esenios fueron una secta muy excluyente. Si trasladamos el asunto de la exclusión de su nivel simbólico (leproso contra sociedad), y lo reducimos al medio Esenio (excluido contra Esenios), estaríamos hablando de la rehabilitación de alguien que había sido señalado por el rigor Esenio como un excluido. Dicho de otro modo: o bien alguien que fue expulsado de la secta, o bien una “persona non grata” para la misma.
Finalmente, un paralítico, que en términos simbólicos casi es equivalente a la suegra de Pedro (alguien enfermo). Sin embargo, llama la atención que una parte importante de la discusión sobre el paralítico gire en torno a que Jesús le “perdonó los pecados”. Recuérdese que esta era una parte esencial del sentido espiritual de los baños rituales (bautismos) en Qumrán. Entonces, hay que seguir la coherencia del texto: aunque no se mencione el bautismo, se menciona un concepto inherente al mismo. Por lo tanto, podemos suponer que la discusión real fue si una persona en específico podía o no ser bautizada (purificada ritualmente). Evidentemente, según la ley Esenia no, pero a Jesús se le ocurrió decir que sí, lo que desató una controversia con los “escribas”
¿De qué se trata, entonces, esta secuencia de milagros? Del modo en el que Jesús fue consiguiendo adeptos para su causa: a unos los tuvo que convencer (el endemoniado), a otros reivindicar (la suegra de Pedro y el leproso), y a otros prácticamente imponer (el paralítico).
Y aquí salta algo interesante: este relato de milagros narra la “curación” de cuatro personas, exactamente igual que el relato anterior narra el llamamiento de cuatro personas: los pescadores.
¿Se trata acaso de un modo bastante enredado (a propósito) para explicar cómo invitó Jesús a cuatro destacados líderes judíos a formar parte de su proyecto, las objeciones que los mismos le pusieron, o las trabas que cada uno tenía con la rigurosa secta Esenia, y el modo poco ortodoxo como Jesús resolvió el asunto?
Si bien no puede afirmarse que sea así, tampoco puede descartarse. De hecho, más adelante vamos a ver como dos pasajes se complementan de este modo: primero se cuenta un evento de una manera, y luego desde otra perspectiva completamente diferente, incluyendo un aparente cambio de personajes.
Confuso, ciertamente. Pero así es la literatura apocalíptica. Simplemente, léase el Apocalipsis de Juan para corroborar que si algo nunca queda claro, es cuántos actores están involucrados en lo que se relata. Y, menos aún, quiénes son.
Hay otro detalle más que, por pequeño que parezca, nos sugiere que estos cuatro “curados” por Jesús pueden ser los cuatro “pescadores”, descritos desde otra perspectiva: el relato, en general, nos cuenta cómo Jesús integró su grupo de doce apóstoles (o el Consejo de los Doce). En esa línea, esta secuencia de milagros viene a ser una suerte de interrupción, y al terminar se retoma el asunto de los apóstoles.

Llamamiento de Mateo

El quinto apóstol en ser mencionado es Mateo, respecto al cual hay varias consideraciones que hacer. Según el relato, era cobrador de impuestos, un oficio mal visto por el judaísmo de la época, ya que implicaba colaboracionismo con Roma.
El primer detalle que llama la atención es que Lucas y Marcos lo llama Levi, no Matatiahu (forma hebrea para Mateo), razón por la cual la tradición suele llamarlo Mateo Levi. De él ya habíamos comentado la posibilidad de que haya escrito el Evangelio Original, lo cual lo convierte en el primer escriba del cristianismo.
El relato es, a grandes rasgos, simple: Mateo estaba en su oficio de cobrar impuestos cuando Jesús lo llamó.
La pregunta es simple: ¿tenemos que asumir que estaba cobrando impuestos para Roma? Recuérdese que es evidente que el autor del texto (probablemente, el mismo Mateo) puso varias “trampas” para no hacer fácil la identificación de los personajes (como con el asunto del “carpintero” y los “pescadores”). En realidad, había otro tipo de judíos que también se dedicaban al cobro de impuestos: los levitas, que tenían bajo su responsabilidad la administración del Templo.
Empiezan a aflorar las coincidencias sutiles: en realidad, ni Mateo ni Marcos dicen específicamente que Mateo cobrara impuestos para Roma. Sólo que cobraba impuestos “públicos”, descripción que no excluye a los impuestos del Templo. Si se le asocia con el cobro de impuestos para Roma, es porque en el resto del relato se menciona que Jesús recibió quejas por juntarse con “publicanos y pecadores”. En resumidas cuentas, gente inmunda.
Aquí es obligatorio asumir la postura Esenia-Qumranita, mucho más rigurosa que la de los Saduceos o los Fariseos. En realidad, los Esenios tenían un concepto demasiado estricto de la pureza, razón por la cual casi todos los judíos eran, simplemente, inmundos. ¿Qué mejor modo de confundir la identidad de Mateo que definirlo como alguien inmundo, pero en un relato en el que no se especifica que el criterio normativo es el Esenio? Con ello, se garantiza que el lector no preparado deduzca que Mateo era un cobrador de impuestos para Roma, cuando pudo haber sido simplemente un levita no Esenio, u otro ex Esenio “restablecido” por Jesús.
Que Mateo pudo ser, en realidad, un levita, lo evidencia el que Marcos y Lucas lo identifiquen como Levi. ¿Más pruebas? Fue, según la tradición, el primer escriba del cristianismo. Oficio propio de los levitas.
Pero el argumento de más peso sigue siendo el hecho de que el Evangelio Original nos cuenta una historia de gente humilde, detrás de la cual se esconde la verdadera anécdota, donde los protagonistas son gente que pertenecía a los grupos de poder del judaísmo: Jesús, el carpintero, en realidad un príncipe de la casa de David, emparentado con los Sumos Sacerdotes; los pescadores, en realidad gente de la política judía, con los suficientes vínculos como para poder encargarse de una labor que implicaba muchos vínculos con las comunidades judías de la diáspora; finalmente, un publicano, en realidad un levita, escriba de oficio, y a cargo de la recaudación de los impuestos del Templo.
El llamamiento de Mateo sirve como punto de partida para que el Evangelio Original nos muestre dos discusiones de Jesús con los defensores de la pureza, llamados aquí “fariseos” y “escribas”, lo que muy seguramente se refiere a Fariseos y Esenios. El objetivo parece ser dejar claro que Jesús no estaba de acuerdo con el rigor de ninguno de los dos grupos, asumiendo una actitud inclusiva en relación a su proyecto de sublevación.
La primera discusión tuvo que ver con la posibilidad de aceptar “pecadores” en el proyecto; la segunda, sobre el rigor con el que se debían asumir las prescripciones legales.
Luego viene el relato de otro milagro: la sanidad de un hombre con la mano seca. ¿Se trata nuevamente de la técnica de mencionar primero a un personaje y luego, desde otra perspectiva, describirlo de modo simbólico? En ese caso, este milagro se estaría refiriendo a Mateo. Y llama la atención que sea la sanidad de alguien enfermo de la mano (el miembro con el que trabaja un escriba o un cobrador de impuestos). Asumiendo esta posibilidad, Mateo habría sido un escriba “inutilizado”, o inhabilitado por la secta Esenia. ¿La razón? Imposible de recuperar el dato, pero lo relevante es que la mención de que alguien fue sanado para volver a usar su mano, nos sugiere la restauración profesional de un escriba, muy en relación al llamamiento de Mateo y la inevitable discusión sobre el cupo que la gente “inmunda” podía tener junto al príncipe que empezaba a juntar al pueblo judío, para prepararlo para su redención.
Finalmente, como colofón de este relato se menciona que los “fariseos” y “herodianos” tomaron consejo para destruirle.
Esta es una parte tremendamente inverosímil: ¿por qué destruirle? Es un hecho que los Fariseos no planeaban eliminar a la gente después de la primera discusión. Pero dejemos este punto allí, porque lo que más sorprende es el otro grupo mencionado: los herodianos (entiéndase: judíos helenistas vinculados con la casta gobernante impuesta por Roma, los Herodes).
¿Qué problema podía representar para los herodianos que Jesús no se sometiera al rigor ritual de los Fariseos o los Esenios? De hecho, los herodianos eran los que menos estaban de acuerdo con esos criterios. ¿Por qué tendrían que haberse preocupado al punto de querer “destruir” a Jesús?
Sólo hay una respuesta posible: lo que Jesús estaba haciendo o diciendo implicaba una agresión a la estructura política dirigida por los Herodes, detrás de la cual estaba Roma.
Este tipo de detalles son muy frecuentes en el estilo apocalíptico: una narración trucada, pero por aquí o por allá algún dato que nos muestra el verdadero talante de lo que se cuenta. Lo que parece ser sólo una serie de desavenencias doctrinales adquiere otra dimensión cuando el texto dice que había gente interesada en destruir a Jesús, y que unos de ellos eran los Herodianos.
Entonces, no hay vuelta de hoja: estamos hablando de política.
Nada raro, si tenemos en cuenta que es un texto apocalíptico.

La labor de los “Pescadores”

Mencionamos que los “pescadores” tenían una fuerte responsabilidad: hacer “regresar” a los exiliados. Naturalmente, el cumplimiento pleno de este proyecto sólo podría hacerse realidad tras la liberación de Judea. Sin embargo, el pasaje inmediato a toda la sección del llamamiento de Mateo nos indica que los vínculos con comunidades judías de la diáspora se empezaron a estrechar, y eso implica que Jesús empezó a recibir el apoyo de grupos judíos externos a Judea y Galilea. Marcos dice que “le siguió gran multitud de Galilea… Judea… Idumea, del otro lado del Jordán y de los alrededores de Tiro y de Sidón”.
Justamente, de eso se trataba la labor de los pescadores.
En vista del éxito que empezaba a tomar el movimiento, hubo muchos “endemoniados” que reconocieron que Jesús era el “Hijo de D-os”. Es curioso: no se menciona que los curara, sólo que lo reconocían. Y más aún: les daba la instrucción de ¡no delatarlo! Si se trataba de la labor médica milagrosa de un rabino, el relato no tiene sentido. Si se trata, en cambio, de judíos de peso político en desacuerdo con un levantamiento contra Roma, pero que empezaban a ver en Jesús un líder factible para liberar a Judea, es otra cosa.
Y eso sí requiere discreción, especialmente porque, como hemos visto, los Herodianos ya estaban sobre aviso.

El Consejo de los Doce

La parte final de esta primera etapa del ministerio de Jesús fue integrar el Consejo de los Doce, mencionado por la Regla de la Comunidad de Qumrán como una institución que habría de ser parte de los eventos del Fin de los Tiempos.
Llama la atención que se menciona que dicho Consejo recibió autoridad para sanar enfermos y expulsar demonios, que equivale a decir que los Doce fueron autorizados para integrar a gente no apta ritualmente (sanar enfermos) o hacer labor de proselitismo, para convencer ya fuese a los antagonistas, o a los que tuviesen dudas sobre el proyecto (expulsar demonios).
Y luego da la lista: Pedro, Andrés, Juan, Jacobo y Mateo ya habían sido mencionados. Se anexan Felipe, Bartolomé, Tomás, otro Jacobo, Tadeo, Simón el Celote y Judas Iscariote.
Hasta este punto, las identidades de estos siete personajes no son claras, aunque llama la atención la mención de un celote, debido a la filiación religiosa que eso implicaba: seguramente, un fariseo nacionalista de la escuela de Shamai.
Esto explica mucho el por qué de las discusiones entre Jesús y otros judíos (se deduce que Esenios) sobre las cuestiones de pureza: evidentemente, Jesús planeó un movimiento incluyente para todos los sectores del pueblo judío, no sólo para Esenios, lo cual no debió resultar muy cómodo para las autoridades de Qumrán, especialmente si iba a haber fariseos (u otro tipo de judíos no Esenios) en el Consejo de los Doce.
Así que, ya desde un inicio, Jesús empezó a conducirse de un modo inesperado para la gente de su secta.
Lo único que nos queda claro es que Jesús debió ser alguien de mucho carisma y gran elocuencia, dado que a lo largo del relato “sanó muchos enfermos” y “expulsó a muchos demonios”, lo que implica que fue convenciendo a propios y extraños de unirse a su causa.

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