mayo 02, 2009

Doceavo Tema II: PERFIL APOCALÍPTICO DEL EVANGELIO ORIGINAL (SEGUNDA PARTE)

El discurso apocalíptico que analizamos en la nota anterior no es el único pasaje que vincula al Evangelio Original con la apocalíptica (y en consecuencia, con la ideología Esenia-Qumranita). Hay otros pasajes muy significativos. En esta nota vamos a revisar algunos de ellos.
Comencemos por la estructura del movimiento que organizó Jesús, lo mismo que sus objetivos esenciales.
No es algo que sea desconocido: Jesús estructuró su movimiento a partir del liderazgo de doce apóstoles, que estaban a la cabeza de un grupo más amplio frecuentemente designado como “los discípulos” o “los que seguían a Jesús”, y que podían llegar a ser muchos en número (miles en algunos casos, como en la multiplicación de panes y peces en las que se alimentó a cinco mil).
En cuanto al carácter del grupo, también es sabido que se trataba de una comunidad con un perfil escatológico. Esto quiere decir que dicha comunidad representaba la consolidación de una Nueva Alianza, cuya actitud fundamental era la expectativa por el advenimiento del Reino Mesiánico o Reino de D-os. Eso queda claro en las palabras de Jesús durante la Última Cena: “…porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 26.28-29).
Debe decirse que dicho perfil escatológico no fue una idea necesariamente original por parte de Jesús. En realidad, dicho perfil fue definido por la predicación de Juan el Bautista, y Jesús siempre se condujo en esa misma directriz: “En aquellos días, vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos se ha acercado” (Mateo 3.1-2).
Vamos, entonces, resumiendo las ideas básicas sobre el movimiento de Jesús:
1. Se trata de un movimiento escatológico. Es decir, se asume como un preludio del advenimiento del Reino de los Cielos.
2. Se organiza por medio de un liderazgo integrado por doce personas.
3. Su “oficialización” se da durante un banquete ritual (la Última Cena), justo en el momento en el que Jesús hizo las bendiciones sobre el pan y el vino.

Desde la recuperación de los Rollos del Mar Muerto, mucho se ha insistido en que dichas directrices son IDÉNTICAS a las planteadas por la Regla de La Comunidad (1QS) y la Regla Mesiánica (1QSa). En ambos documentos es evidente el carácter escatológico de la comunidad, el liderazgo basado en doce personas, y la importancia que habría de tener un banquete ritual que se habría de celebrar cuando la consumación escatológica fuese inminente:

“Que haya en el consejo de la comunidad doce hombres y tres sacerdotes perfectamente instruidos en todo lo que fue revelado en la ley, practicantes de la justicia, la verdad, el derecho, el amor afable, la modestia entre sus colegas; de perfecta fidelidad sobre la tierra; constantes; con espíritu contrito; inclinados a expiar sus propias faltas, seguros en la práctica de la justicia… cuando estas cosas sucedan en Israel, el Consejo de la comunidad será establecido como una planta eterna, como un santuario para Israel y como el Santo de los Santos para Aarón. Serán establecidos como testigos de la verdad para el juicio, como elegidos de la gracia para expiar a favor de la tierra y para dar a los impíos su merecido… Esta es la casa de perfección en Israel. En ella se realiza la Alianza conforme los preceptos eternos… Cuando sucedan estas cosas en Israel, se apartarán de la convivencia de los hombres de iniquidad para ir al desierto, a fin de, observando las decisiones, abrir (preparar) allí los caminos del Señor como está escrito: «En el desierto abrid su camino, aplanad en el yermo la verdad de nuestro Dios». Para esto él prescribió por medio de Moisés que se viva en cada tiempo conforme a lo revelado, de acuerdo con lo que los profetas dijeron movidos por su santo espíritu…” (Regla de la Comunidad, de la Columna VIII).

“Es en el tiempo oportuno para preparar el camino en el desierto. Que los instruya, pues, para que hagan todo lo necesario. Para que se mantengan separados de toda iniquidad. El instructor insista en estas normas. Para que llegado el momento sepa administrar amor u odio. Que tenga odio eterno a los hombres de perdición y, guardando el secreto, deje que ellos se queden con sus bienes, sus lucros, como un siervo a su amo y el oprimido a quien lo domina. Que todos estén llenos de celo del precepto y preparados para el tiempo y el día del juicio. Que cumplan la voluntad del Señor en todas sus obras, en toda su actividad, según él lo prescribió. Que se regocije con todo lo que suceda, como si fuera un don, y nada haga sin consultar la voluntad del Señor. Que se alegre con toda palabra que venga de boca del Señor y que no desee nada fuera de lo que ha sido prescrito. Que esté siempre atento al decreto del Altísimo. Que bendiga a su Dios como creador…” (Regla de la Comunidad, de la Columna IX).

“Esta será la Regla para toda la asamblea de Israel cuando se reúna en los últimos días. Se congregarán para conducirse conforme los juicios de los hijos de Sadoc. Esto es, de los sacerdotes y de los hombres de su Alianza que se separan para no ir con el pueblo común. Son ellos, los hombres de su Consejo, los que observarán la Alianza en medio de la impiedad, a fin de que [se apresure la venida del Mesías]. Cuando lleguen esos días, ellos deben reunir a todos los que se presenten, desde las criaturas pequeñas hasta las mujeres, para hacerles oír los preceptos de la Alianza y para instruirlos en todas sus leyes. No suceda que se pierdan en la impiedad…” (Regla Mesiánica, de la Columna I).

“Si acaso el Mesías se llega a hacer presente en medio de ellos, entonces se levantará primeramente el jefe de la asamblea y después todos los hijos de Aarón, los sacerdotes [levitas] que tienen en ese momento derecho de entrar en la asamblea de los hombres del «nombre». Todos ellos se reunirán en la presencia de él (el Mesías) siguiendo el orden estricto de precedencia, conforme a la dignidad de cada uno. Así que el Mesías de Israel tome asiento, se sentarán todos los demás, los jefes, en su presencia. Siguiendo el orden del escalafón, hablará cada uno como se hace en los campos y observando lo que está prescrito para las reuniones. Todos los jefes de la asamblea y todos los letrados expresarán su parecer en su presencia, conforme al escalafón. Y cuando llegue la hora de tomar el alimento y beber el mosto que se debe haber preparado para el banquete de la Alianza, que nadie tienda entonces la mano para partir el pan antes que el sacerdote, porque es él quien debe partir el pan y distribuir el mosto y tender la mano el primero. Inmediatamente el Mesías de Israel tenderá la mano para tomar el pan y después de él toda la asamblea hará lo mismo, siguiendo el orden de sus respectivos puestos. Del mismo modo se debe proceder también en otras ocasiones en las comidas, cuando haya por lo menos diez personas” (Regla Mesiánica, de la Columna II).

No se puede negar que, como ya lo hemos mencionado, los elementos son exactamente los mismos: una comunidad basada en el liderazgo de un consejo de doce personas, una comunidad que se hace llamar a sí misma “La Alianza” y que se asume como comunidad escatológica, y una comunidad que se oficializa durante la celebración de un banquete ritual en el que se debe bendecir el pan y el vino.
Cierto: hay muchos aspectos que diferencian estos documentos con el Nuevo Testamento, pero volvemos a insistir: es obvio si tomamos en cuenta que el Nuevo Testamento es la versión posterior de los seguidores cristianos de Jesús, lo que implica que, en primer lugar, no eran judíos (y menos aún Esenios). En segundo, es obvio que no iban a redactar las cosas en el mismo modo que los Esenios.
Tan obvio como que los aspectos esenciales se conservaron.
Hay algunos detalles que merecen una especial atención. Por ejemplo, respecto al liderazgo de La Alianza se mencionan a doce personas, pero también a tres sacerdotes. Este es un tema notablemente interesante, que será abordado en una nota posterior, pero baste con adelantar un aspecto que en su momento explicaremos mejor: en el movimiento de Jesús hubo sacerdotes, y de alto rango.
Otro detalle es las intrigantes frases ofrecidas por la Regla de la Comunidad: “que llegado el momento sepa administrar amor u odio. Que tenga odio eterno a los hombres de perdición y, guardando el secreto, deje que ellos se queden con sus bienes, sus lucros, como un siervo a su amo y el oprimido a quien lo domina. Que todos estén llenos de celo del precepto y preparados para el tiempo y el día del juicio”.
¿Odio eterno a los hombres de perdición? Parece muy distante del mensaje de Jesús, aunque podría recalcarse el hecho de que, acaso, es distante al mensaje del Nuevo Testamento, que es el texto que concentra las ideas de los seguidores de Jesús, y no necesariamente las de Jesús mismo.
Pero pasemos por alto este detalle por un momento, y concentrémonos en un personaje que la misma tradición cristiana recuerda como a alguien bastante radical: Juan el Bautista.
¿Por qué? Porque es evidente que la Regla de la Comunidad se está refiriendo a alguien bien definido, que es llamado “el instructor”. Este personaje tiene un pasaje bíblico como presentación: “Es en el tiempo oportuno para preparar camino en el desierto. Que los instruya…” dice la Regla de la Comunidad, citando a Isaías 40.3
Exactamente igual que Mateo: “Pues éste (Juan el Bautista) es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: voz del que clama en el desierto, preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (Mateo 3.3).
Si hacemos a un lado todo el peso de la tradición cristiana (posterior), tomamos como referencia la Regla de la Comunidad (anterior y contemporánea) y nos limitamos a lo que dice este pasaje, la conclusión lógica sería fácil: Juan el Bautista está siendo presentado por Mateo como el Instructor de la comunidad Esenia-Qumranita.
Y para corroborarlo sólo hay que revisar lo que los evangelios le adjudican a este singular personaje: “al ver que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3.7-8).
Los registros de la tradición cristiana no nos presentan a un Juan el Bautista precisamente amable. Por el contrario: se le recuerda como alguien duro, radical y agresivo. Visto desde la perspectiva de los Rollos de Qumrán, alguien muy fácil de ubicar como el Instructor.

Vamos reconstruyendo, entonces, la información que tenemos a partir de los datos que hemos analizado: durante la fase final de lo que llamamos época del Segundo Templo (37 AC a 70 DC), una secta judía radical se veía a sí misma como una Nueva Alianza. Organizada de un modo riguroso, los roles principales los llevaban (según deducimos de sus propios documentos) el Mesías de David, los saduceos, y un consejo integrado por doce personas. La idea esencial de esta secta es que eran el preludio del advenimiento del Reino de D-os.
Tenían una idea clara de cómo se iban a desarrollar los acontecimientos del Fin de los Tiempos, y en sus documentos fundacionales (como la Regla de la Comunidad), había instrucciones precisas de qué hacer en esos momentos.
Es posible deducir de dichos textos que la integración del Consejo de los Doce era parte de los acontecimientos finales, lo mismo que la celebración de un banquete ritual en el que tendrían que estar presentes los más altos dignatarios de la secta, incluyendo al Mesías. Cierto que este tipo de comidas eran frecuentes para la secta, pero esta era de la mayor relevancia, porque implicaba la oficialización de la Nueva Alianza, y la declaración de inminencia del inicio del Reino de los Cielos.
La parte central de esta cena ritual sería la bendición del pan y del vino.
¿De quién estamos hablando? ¿De los Esenios-Qumranitas o de los seguidores de Jesús? Es evidente que los dos grupos se ajustan perfectamente a la descripción (falta por revisar el asunto de los sacerdotes involucrados con Jesús, pero eso ya se verá más adelante).
Ahora apliquemos criterios historiográficos básicos: ¿que tan probable es que en la misma época, en el mismo lugar, hubiese dos comunidades definidas por los mismos criterios, con los mismos objetivos, y organizadas del mismo modo? En realidad, sería absurdo. Lo más lógico sería suponer, de entrada, que son la misma comunidad.
Más aún si tomamos en cuenta un hecho perfectamente verificable en los documentos que tenemos de unos y otros: los Esenios-Qumranitas jamás mencionan a los cristianos, ni viceversa. Tanto unos como otros mencionan a los fariseos, los saduceos y los helenistas. Y se mencionan a sí mismos, por supuesto. ¿De qué modo? Por medio de términos tales como “Nueva Alianza” o “Los Pobres”, en ambos casos (tómese en cuenta que, aunque los académicos en general no consideran que Jesús se haya referido a sus seguidores como “los pobres”, es un hecho que sus seguidores posteriores sí lo hicieron: los Ebionitas son el único grupo de judíos seguidores de Jesús que sobrevivió hasta el siglo X, según los cálculos más optimistas; y “ebionita” significa, simplemente, “pobre”).
Veámoslo de este modo: para los Esenios-Qumranitas, existían cuatro tipos de judíos: los fariseos, los saduceos junto con el resto de la casta sacerdotal, los helenistas-herodianos, y ellos mismos, la Nueva Alianza.
Para los autores de los textos más antiguos del Nuevo Testamento (como el Evangelio Original), también existían cuatro tipos de judíos: los fariseos, los saduceos junto con el resto de la casta sacerdotal, los helenistas-herodianos, y ellos mismos, la Nueva Alianza.
Visto desde la perspectiva más esencial, el asunto parece más que obvio.
¿Por qué, entonces, el rechazo de esta idea por parte de la mayor parte de los académicos? Porque es obvio que no todas las doctrinas del cristianismo primitivo coinciden con las de los Esenios-Qumranitas.
Eso es cierto, pero entonces es momento de recalcar otra vez el meollo de toda esta argumentación: NO ESTAMOS HABLANDO DE CRISTIANOS PRIMITIVOS. Por lo tanto, TAMPOCO ESTAMOS HABLANDO DE LO QUE ENSEÑA EL NUEVO TESTAMENTO, el texto de los cristianos primitivos.
Estamos hablando de Jesús de Nazareth, sus seguidores originales, y el documento en el que registraron la vida y enseñanzas de Jesús, el Evangelio Original. Documento que luego fue reelaborado y reinterpretado por los cristianos primitivos, pero que podemos recuperar en gran medida por medio de la comparación de las tres versiones que la Iglesia Primitiva nos dejó: Mateo, Marcos y Lucas.
Lo que a mí me parece el error más destacado de la mayoría de los académicos es dar por hecho que las enseñanzas del cristianismo primitivo (y del Nuevo Testamento, en consecuencia) son automáticamente las mismas que dio Jesús de Nazareth, y no tomar en cuenta que entre Jesús de Nazareth y la forma definitiva del Nuevo Testamento hubo un lapso de tres siglos, en el cual fueron muchos los cambios sufridos por el cristianismo, y que inevitablemente afectaron la forma en la que los textos antiguos eran interpretados.
Curioso: este dato no siempre se olvida. Es frecuente que uno escuche que los Evangelios no sirven como un documento biográfico, porque son, ante todo, documentos teológicos.
Dicho argumento se usó cuando, por ejemplo, se criticó el simplismo literalista con el que Mel Gibson hizo su película “La Pasión de Cristo”.
Pero, extrañamente, no se usa a la hora de enfrentar las similitudes entre los documentos de Qumrán con los aspectos más arcaicos del Nuevo Testamento, específicamente, los Evangelios. Entonces, el argumento que se usa es el contrario: Jesús no pudo ser qumranita, porque sus enseñanzas (en realidad, las del Nuevo Testamento, empezando por esos documentos teológicos, no biográficos, que son los Evangelios) coinciden sólo en algunas cosas (las más arcaicas, por cierto), pero no en todas.
Hay muchos detalles más que vamos a ir revisando en las siguientes notas, pero por el momento baste con comentar un detalle sumamente interesante respecto a la Última Cena: mucho se ha dicho respecto a que fue parte de los ritos de Pascua. Sin embargo, la descripción que nos dan los Evangelios no se ajusta, precisamente, a un Séder de Pascua judío.
El principal punto de divergencia es que durante el rito judío, se recita la bendición sobre el vino un total de cuatro veces, y la bendición del pan se hace entre la primera y la segunda. Lucas es el que más se aproxima a este hecho, ya que de su relato se puede deducir que hubo dos bendiciones sobre la copa de vino por parte de Jesús. Pero, de todos modos, sigue siendo inexacto.
En cambio, el rito descrito por la Regla Mesiánica no está pensando específicamente en una cena de Pascua, sino en la Cena Escatológica (o dicho en términos muy simples: la Última Cena) que habría de celebrarse cuando todo estuviera listo para el Reino de los Cielos (incluyendo la integración del Consejo de los Doce).
No hay vuelta de hoja: aunque dicha cena se haya celebrado una noche de Pascua, lo cierto es que los Evangelios conservaron la descripción del rito Esenio-Qumranita, no la del Séder de Pacua.
Comparemos, entonces, los textos:

“Y cuando llegue la hora de tomar el alimento y beber el mosto que se debe haber preparado para el banquete de la Alianza, que nadie tienda entonces la mano para partir el pan antes que el sacerdote, porque es él quien debe partir el pan y distribuir el mosto y tender la mano el primero. Inmediatamente el Mesías de Israel tenderá la mano para tomar el pan y después de él toda la asamblea hará lo mismo”.
Regla Mesiánica, Columna II.

“Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.”
Lucas 22.14-20

Podría objetarse que, según la Regla Mesiánica, era el Sacerdote quien tenía que hacer la bendición. Pero ya hablaremos, justamente, de las implicaciones que tiene el que la tradición cristiana identifique a Jesús de Nazareth como el verdadero Sumo Sacerdote.

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