abril 14, 2009

Séptimo Tema: LA FUENTE Q

En 1838, los biblistas Christian Herrmann Weisse y Christian Gottlob Wilke propusieron una posibilidad alternativa a la perspectiva tradicional que se tenía sobre los Evangelios Sinópticos, según la cual Mateo había sido el primero en escribir un evangelio, que había servido como base para que Lucas lo ampliara, y para que Marcos lo resumiera (por eso la diferencia de tamaño y contenidos).
Weisse y Wilke descartaron que Mateo fuera el texto más antiguo. En vez de ello, propusieron que el documento original era el de Marcos, y que las partes que Mateo y Lucas compartían pero que no estaban en Marcos provenían de una fuente secundaria (fuente, en alemánn “quelle”, y de allí el uso de la inicial Q).
Desde entonces, dicha fuente hipotética ha sido un tema frecuentemente citado en los estudios sobre los Evangelios Sinópticos.
Con todo, ya desde las últimas décadas del siglo XX esta teoría ha sido fuertemente criticada debido a que no ofrece respuestas satisfactorias a muchos aspectos. Sus principales problemas son los siguientes:
1. Marcos no es el documento original que sirvió como base para Mateo y Lucas. Varios rasgos de Marcos nos muestran que tal vez sea el más parecido al original, pero muchas peculiaridades del texto nos obligan a admitir que, en realidad, Marcos es sólo otra versión del Evangelio Original (al igual que Mateo y Lucas). Este detalle, por sí mismo, pone bajo cuestionamiento la base de la teoría de una fuente Q.
2. El material que comparten Lucas y Mateo que no aparece en Marcos (supuestamente obtenido del documento Q) es usado de un modo bastante irregular por ambos textos, de tal modo que ni siquiera es posible sostener de modo definitivo que dicho material provino de una misma fuente. El mejor ejemplo es el Sermón del Monte: las diferencias de organización del poco material coincidente, nos muestran que este no pudo ser obtenido de un texto paralelo al Evangelio Original.
Uno de los intentos de reconstrucción más pretencioso ha sido el del teólogo español César Vidal. Justamente, su reconstrucción nos enfrenta a la imposibilidad e inverosimilitud de la misma.
A partir de los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, es relativamente fácil acceder al texto que les dio origen. Sin embargo, a partir de los evangelios de Mateo y Lucas resulta imposible reconstruir otra fuente.
¿Por qué la facilidad en un caso y la imposibilidad en el otro? Porque, pese al diferente modo de trabajar el material original, en Mateo, Marcos y Lucas podemos encontrar rastros bien claros de una similitud estructural (ya lo hemos comentado en notas anteriores). En cambio, el material compartido por Mateo y Lucas no ofrece esa posibilidad. De hecho, siendo un poco quisquillosos, hasta podríamos decir que la complica.
Empecemos por ver el material compartido por Mateo y Lucas. Vamos a verlo siguiendo el orden que tiene en Mateo:
1. El uso de las parábolas – Mateo 4.21-25 – Lucas 8.16-18
2. El ciervo del centurión – Mateo 8.5-13 – Lucas 7.1-10
3. Respuestas a tres discípulos – Mateo 8.19-22 – Lucas 9.57-62
4. A quién se debe temer – Mateo 10.26-31 – Lucas 12.4-7
5. Jesús, causa de división – Mateo 10.34-36 – Lucas 12.49-53
6. Los mensajeros de Juan el Bautista – Mateo 11.2-30 – Lucas 7.18-35
7. Jesús se regocija – Mateo 11.25-27 – Lucas 10.21-22
8. Un exorcismo – Mateo 12.22 (23-37) – Lucas 11.14 (15-23)
9. La generación perversa pide señal – Mateo 12.38-42 – Lucas 11.29-32
10. El espíritu inmundo que vuelve – Mateo 12.43-45 – Lucas 11.24-26
11. Una bienaventuranza – Mateo 13.16-17 – Lucas 10.23-24
12. Parábola de la levadura – Mateo 13.33 – Lucas 13.20-21*
13. Parábola de la oveja perdida – Mateo 18.10-14 – Lucas 15.1-7
14. Lamento sobre Jerusalén – Mateo 23.37-39 – Lucas 13.31-35
15. La venida del Reino – Mateo 24.23-28, 36-41 – Lucas 17.20-37
16. El siervo infiel – Mateo 24.45-51 – Lucas 12.41-48; 21.34-36

Ahora, desde el orden ofrecido por Lucas:
1. El ciervo del centurión – Mateo 8.5-13 – Lucas 7.1-10
2. Los mensajeros de Juan el Bautista – Mateo 11.2-30 – Lucas 7.18-35
3. El uso de las parábolas – Mateo 4.21-25 – Lucas 8.16-18
4. Respuestas a tres discípulos – Mateo 8.19-22 – Lucas 9.57-62
5. Jesús se regocija – Mateo 11.25-27 – Lucas 10.21-22
6. Una bienaventuranza – Mateo 13.16-17 – Lucas 10.23-24
7. Un exorcismo – Mateo 12.22 (23-37) – Lucas 11.14 (15-23)
8. El espíritu inmundo que vuelve – Mateo 12.43-45 – Lucas 11.24-26
9. La generación perversa pide señal – Mateo 12.38-42 – Lucas 11.29-32
10. A quién se debe temer – Mateo 10.26-31 – Lucas 12.4-7
11. El siervo infiel – Mateo 24.45-51 – Lucas 12.41-48; 21.34-36
12. Jesús, causa de división – Mateo 10.34-36 – Lucas 12.49-53
13. Parábola de la levadura – Mateo 13.33 – Lucas 13.20-21
14. Lamento sobre Jerusalén – Mateo 23.37-39 – Lucas 13.31-35
15. Parábola de la oveja perdida – Mateo 18.10-14 – Lucas 15.1-7
16. La venida del Reino – Mateo 24.23-28, 36-41 – Lucas 17.20-37

Es muy evidente que no hay ninguna similitud estructural. Los únicos visos de algo parecido los podemos hallar en secciones muy breves, y además por separado. Por ejemplo (llamémosle Ejemplo A):
1. A quién se debe temer – Mateo 10.26-31 – Lucas 12.4-7
2. Jesús, causa de división – Mateo 10.34-36 – Lucas 12.49-53
Y luego (Ejemplo B):
1. Los mensajeros de Juan el Bautista – Mateo 11.2-30 – Lucas 7.18-35
2. Jesús se regocija – Mateo 11.25-27 – Lucas 10.21-22
3. Un exorcismo – Mateo 12.22 (23-37) – Lucas 11.14 (15-23)
4. La generación perversa pide señal – Mateo 12.38-42 – Lucas 11.29-32
5. El espíritu inmundo que vuelve – Mateo 12.43-45 – Lucas 11.24-26
Hay una alteración en el orden de Lucas, pero puede asumirse como una de sus características correcciones al relato para mejorar el estilo.
Todos los demás pasajes están organizados en ambos textos de un modo totalmente disímil, por lo que resulta muy complicado imaginarnos que hubo, como antecedente, un texto escrito. Es más fácil suponer que hubo una tradición oral, razón por la cual resulta más fácil imaginarnos a cada grupo de redactores organizando el material de un modo más libre y espontáneo.

Vayamos con algunos detalles del Ejemplo A: tanto en Mateo como en Lucas, el texto anterior en común es el mismo (respuestas a tres discípulos – Mateo 8.19-22 – Lucas 9.57-62), así que es factible su inclusión. Pasa algo semejante con los dos pasajes anteriores (el uso de las parábolas y el siervo del centurión), aunque la diferencia de orden para Lucas casi nos obliga a descartar uno de ellos. Por su tema y su distancia en el relato, es más fácil prescindir del pasaje donde Jesús explica el uso que le da a las parábolas.
Con estas consideraciones, podríamos imaginarnos que tanto Mateo como Lucas tuvieron acceso a una fuente secundaria (acaso escrita), en donde se relataban los siguientes hechos de Jesús: la sanidad del siervo de un centurión, tres respuestas que Jesús dio a sus seguidores, una explicación de Jesús sobre a quién se debe temer, y el por qué Jesús es una causa de división.
¿Estaban vinculados con los del Ejemplo B?
Es muy improbable. Los relatos sobre los mensajeros de Juan el Bautista y el regocijo de Jesús están demasiado desubicados en la estructura de Lucas, en relación a la de Mateo. De hecho, es probable que ni siquiera sean parte de lo que pudiéramos llamar Ejemplo B, que quedaría reducido a un exorcismo, la señal pedida por la generación perversa, y el espíritu inmundo que vuelve.
Estos tres pasajes tampoco son fáciles de vincular con el Ejemplo A, ya que para Lucas aparecen antes cuando para Mateo aparecen después. ¿Otra “corrección” de Lucas? Difícilmente. Las temáticas no vinculadas de todos los pasajes en cuestión no nos permiten suponer que poniendo unos antes o después se mejore el estilo literario del texto.
Más bien, parece ser que son relatos inconexos unos de otros, recopilados gracias a fuentes independientes, a los que tuvieron acceso los redactores de los evangelios de Mateo y Lucas, y que fueron ubicados en el trabajo final sin ningún criterio en común.
Esto es lo que sucede cuando queremos encontrar una similitud estructural compartida por Mateo y Lucas respecto al material que pudo haber sido parte del documento Q. Pero la cosa cambia un poco si no somos tan pretenciosos.
Dividamos estos relatos en tres grupos: los anecdóticos, los discursivos y las parábolas. El primero —el anecdótico— quedaría del siguiente modo:
1. El ciervo del centurión – Mateo 8.5-13 – Lucas 7.1-10
2. Un exorcismo – Mateo 12.22 (23-37) – Lucas 11.14 (15-23)
3. Lamento sobre Jerusalén – Mateo 23.37-39 – Lucas 13.31-35
No están muy conectados, pero podemos notar que tienen un orden similar. Veamos el segundo grupo —los relatos discursivos—.
1. Respuestas a tres discípulos – Mateo 8.19-22 – Lucas 9.57-62
2. A quién se debe temer – Mateo 10.26-31 – Lucas 12.4-7
3. Los mensajeros de Juan el Bautista – Mateo 11.2-30 – Lucas 7.18-35
4. Jesús, causa de división – Mateo 10.34-36 – Lucas 12.49-53
5. Jesús se regocija – Mateo 11.25-27 – Lucas 10.21-22
6. El espíritu inmundo que vuelve – Mateo 12.43-45 – Lucas 11.24-26
7. La generación perversa pide señal – Mateo 12.38-42 – Lucas 11.29-32
8. Una bienaventuranza – Mateo 13.16-17 – Lucas 10.23-24
9. La venida del Reino – Mateo 24.23-28, 36-41 – Lucas 17.20-37
Todo lo contrario: aquí estamos ante un evidente problema estructural, y es más fácil suponer que no hubo un solo antecedente para todo este material, lo cual resulta lógico si recordamos que todos estos pasajes se tratan de algo que Jesús dijo. Es bastante verosímil suponer que dichos discursos fueran conservados de forma oral.
El tercer grupo —el de las parábolas— queda integrado por los siguientes pasajes:
1. El uso de las parábolas – Mateo 4.21-25 – Lucas 8.16-18
2. Parábola de la levadura – Mateo 13.33 – Lucas 13.20-21*
3. Parábola de la oveja perdida – Mateo 18.10-14 – Lucas 15.1-7
4. El siervo infiel – Mateo 24.45-51 – Lucas 12.41-48; 21.34-36
Salvo por la última parábola (el siervo infiel), nuevamente encontramos un orden equivalente.
¿Qué nos puede sugerir esto? La posibilidad de que los relatos anecdóticos y estas parábolas hubieran sido parte de relatos más elaborados y extensos sobre Jesús. Incluso, que hubieran incluido material también presente en el Evangelio Original.
En cambio, la colección de dichos de Jesús ofrecida por Mateo y Lucas no nos ofrece ninguna prueba sólida para suponer que, previo a su incorporación a los textos definitivos de los evangelios, estuvieran integradas en una sola “logia”.
En consecuencia, la posibilidad de un documento Q es bastante vaga. Si acaso hubo algo semejante, se trató de un documento muy pequeño en su tamaño, cuyas aportaciones fueron discretas al final de cuentas.
Como dato extra, vale mencionar que de haber existido este documento, pudo haber contenido la versión larga del relato de la tentación de Jesús, misma que aparece en Mateo 4.1-11 y Lucas 4.1-13, y que Marcos omite.
El punto importante es este: la idea de un documento Q tenía sentido en tanto se admitiera que Marcos era el texto original que sirvió como base a Mateo y a Lucas. En esa línea de ideas, resultaba lógico imaginar que todo el material compartido por Mateo y Lucas pero ausente en Marcos podía haber venido de un segundo documento.
Sin embargo, las mismas bases de esta hipótesis están descartadas: Marcos, al igual que Mateo y Lucas, es sólo otra versión del Evangelio Original, y es evidente que los tres textos pasaron por un largo proceso de incorporación de materiales extras provenientes de fuentes independientes, muchas veces por vía oral.
Esto se hace evidente en la poca consistencia estructural que nos muestran los pasajes que sólo aparecen en Mateo y Lucas.
Mi perspectiva personal es que no existió un documento Q, sino una vasta y compleja serie de relatos independientes sobre Jesús (algunos probablemente organizados como colecciones de parábolas o de anécdotas), que pudieron ir logrando cierto arraigo en algunas comunidades cristianas, como para que en el transcurso del siglo II los copistas que trabajaban en la preservación de las copias del Evangelio Original los fueran incorporando, logrando de ese modo que al final hubieran tres versiones diferentes, mismas que hoy conocemos como Mateo, Marcos y Lucas.
Llegados a este punto, sólo basta hacernos una pregunta más, pero cuyas implicaciones pueden ser bastante complejas: ¿realmente se remontaban a Jesús dichas tradiciones conservadas de forma oral?
No es un secreto que con mucha facilidad la imaginería popular puede atribuirle a un personaje lo que dijo o hizo otro. De hecho, es algo que sucede todo el tiempo.
Vamos a dejar este punto por el momento, pero más tarde vamos a regresar a él. Por el momento, baste con insistir en que el hecho de que haya pruebas suficientes como para suponer que mucho del material de los Evangelios Sinópticos provino de fuentes independientes e inconexas, es también probable que ni siquiera se haya originado en el entorno de Jesús de Nazareth, sino que la Iglesia Primitiva (especialmente durante el siglo II) se lo haya atribuido.

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