abril 11, 2009

Quinto Tema: CONSIDERACIONES FINALES SOBRE LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

Es momento de hacer un resumen de cómo pudo ser el proceso de conformación de los evangelios que conocemos como Sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas.
Hay suficientes bases para asegurar que alguien cercano a Jesús de Nazareth elaboró un documento en el que registró algunos aspectos de su vida, así como de sus enseñanzas. A ese documento le hemos llamado el Evangelio Original.
El gran valor historiográfico de Mateo, Marcos y Lucas es que, a todas luces, están basados en este documento, y por medio de la comparación del contenido de los tres textos, podemos extractar lo que pudo haber sido el contenido original del texto escrito por un seguidor de Jesús. En la nota anterior, hemos incluido los pasajes del evangelio de Marcos que pudieran haber sido los provenientes de esta fuente principal, recalcando que la redacción que conocemos en Marcos no es, en definitiva, la original.
Este documento original fue traducido al griego desde la segunda mitad del siglo I DC, y es seguro que con mucha rapidez empezó a ser copiado y difundido por diferentes comunidades cristianas de la zona oriental del Mar Mediterráneo.
Hacia mediados del siglo II DC, dos fenómenos importantes habían sucedido con este documento: por una parte, la redacción había empezado a sufrir alteraciones inevitables. En primer lugar, porque tuvo que traducirse del hebreo (o en su defecto arameo) al griego koiné, y muchos conceptos no eran exactamente equivalentes en los dos entornos culturales (el más emblemático es el de Ungido; el Mesías judío está muy lejos del Kristos griego). Por otra parte, al texto original se le fueron incorporando elementos complementarios, conservados en su mayoría por tradiciones orales que se remontaban a la época de Jesús de Nazareth (aunque no necesariamente a él mismo), y en algunos casos más limitados a otras compilaciones escritas.
Es obvio que ninguna comunidad cristiana pudo tener acceso a todas las fuentes que hablaban o recopilaban material escrito sobre Jesús.
Muy probablemente por razones de índole geográfico, se terminaron por definir tres bloques de trabajo en torno a este texto que hemos llamado el Evangelio Original, y el resultado fue la consolidación de tres versiones diferentes del mismo, mismas que hoy conocemos como Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.
En este punto, los datos ofrecidos por la tradición pueden darnos algunas pistas: según la creencia tradicional, Marcos escribió su evangelio en Roma; Mateo, en cambio, lo escribió para un grupo de lectores judíos, y eso lo vincula con Judea; por su parte, Lucas es la versión más netamente griega, tanto en conceptos como en estilo literario.
Más allá de los naturales aspectos míticos de esta tradición, es muy probable que el documento que hoy llamamos Marcos haya sido la condensación (en términos técnicos se llama “recensión”) lograda en Roma; Mateo pudo ser la recensión lograda en Judea, y Lucas la recensión lograda en la zona de Grecia o Asia Menor (y, evidentemente, la más vinculada a la tradición paulina).
¿Existieron Mateo, Marcos y Lucas? El Nuevo Testamento los menciona en mayor o menor grado, así que puede darse por hecho que los personajes sí existieron, aunque queda descartado que hayan sido quienes se hayan sentado, por separado, a escribir sus propias versiones sobre Jesús.
Sin embargo, es probable que algo hayan hecho como para que la tradición los señalara como los autores de las tres versiones finales del Evangelio Original.
Desde esta óptica, no es descartable recuperar el dato tradicional según el cual Mateo fue el primero en poner por escrito algo sobre Jesús. Tal vez Mateo haya sido el autor del Evangelio Original.
De Marcos, en tanto personaje histórico, no podemos decir gran cosa. La tradición lo ubica junto con Pedro en Roma, y considera que el Evangelio de Marcos es, en realidad, el evangelio de Pedro, puesto por escrito por Marcos. Naturalmente, la historiografía descarta por completo esta posibilidad, ya que Marcos es sólo la versión factiblemente romana de un documento que, originalmente, se escribió en Judea.
Con Lucas hay un poco más de datos. En Hechos de los Apóstoles es mencionado como uno de los colaboradores de Pablo, y en Romanos es mencionado por su nombre en latín, Lucio.
Es interesante la introducción del propio evangelio de Lucas, según la cual, el autor hizo un esfuerzo por poner en orden todos los relatos sobre Jesús.
Es imposible corroborar o descartar, en tanto dato histórico, esta versión. Lo que no se puede negar es que Lucas, en tanto texto literario, evidencia un marcado esfuerzo por “corregir” ciertos aspectos de Mateo y Marcos, principalmente técnicos.
Dichos “defectos” eran obvios si pensamos en que no es lo mismo escribir en hebreo que en griego. Muy probablemente, las primeras traducciones fueron ligeramente defectuosas en el uso del griego, principalmente por ser en griego koiné o popular, y además por darse en un medio igualmente popular, no erudito.
Por ello, no resulta extraño que alguien nacido en Grecia, greco-parlante por nacimiento, y de alta formación académica, en un momento se decidiera a darle un necesario y justificado retoque a estos documentos.
¿Pudo ser el Lucas histórico?
Lo cierto es que es muy probable, porque el “retoque” es bastante arcaico. El hecho de que no se haya podido comprobar una dependencia de Lucas en relación a las versiones de Mateo o Marcos, nos sugiere fuertemente que quien hizo las correcciones tuvo acceso al Evangelio Original, lo que lo ubica en los años finales del siglo I. en consecuencia, no hay razones para descartar que un médico griego convertido en seguidor del Apóstol Pablo haya hecho este trabajo.
En consecuencia, el evangelio de Lucas es el que más podemos vincular con una persona. Mateo, tal y como lo conocemos, no es el Mateo original (si acaso el personaje Mateo fue quien lo escribió); Marcos, por su parte, es el que más evidencia un proceso colectivo de elaboración, y su autoría corresponde más bien a la comunidad cristiana de Roma.
Hacia la segunda mitad del siglo II DC, los tres textos plenamente diferenciados ya eran conocidos en amplios sectores de la Iglesia Cristiana, e Ireneo de Lyón los menciona en sus escritos.
Muy seguramente, para este momento ya estaba bien definido el contenido de cada texto. La redacción final, de cualquier modo, es algo que sólo se logró hasta su “canonización” en los concilios de Roma, Hipona y Cartago, durante la segunda mitad del siglo IV.
En la próxima nota vamos a analizar un ejemplo de cómo el evangelio de Lucas “corrige” a los evangelios de Mateo y Marcos, dándole más fluidez al relato.

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