julio 11, 2009

Octavo Tema: EL GNOSTICISMO

El gnosticismo fue la primera “herejía” con la que tuvo que enfrentarse el cristianismo primitivo. Esta doctrina, de fuerte línea platónica, plantea que el espíritu vive esclavizado por la materia. La redención ofrecida por Cristo no es sino la liberación de la cárcel material, misma que sólo se obtiene por medio de la gnosis. El principal choque con la dogmática cristiana tradicional consiste en que, Cristo como redentor, no podía haber vivido sometido a los límites de la materia. Por lo tanto, la “encarnación” del Logos debía entenderse sólo en sentido simbólico, lo mismo que su vida, ministerio, muerte y resurrección. Dicho de otro modo: Cristo encarnó en apariencia, vivió en apariencia, sufrió en apariencia y murió en apariencia. La resurrección, por lo tanto, no fue sino la plena manifestación del verdadero cuerpo espiritual de Jesús, y no ningún regreso de la muerte.
Justamente, I Juan 4.1-3 es una evidente disertación anti-gnóstica, que de todos modos no tuvo demasiado éxito en términos históricos. El gnosticismo se extendió y arraigó en el cristianismo oriental, e incluso permeó en el pensamiento de notables eruditos del cristianismo antiguo, como Orígenes de Alejandría.
Los gnósticos llegaron a representar un grave riesgo para la “ortodoxia” cristiana, debido a que fueron, además, grandes productores de literatura. De hecho, los evangelios “apócrifos” más importantes que se han recuperado son parte de la tradición gnóstica (como el de Tomás o el de Judas Iscariote). Desarraigar esa “herejía” del cristianismo fue un proceso muy extenso y complejo, y aunque al final la iglesia occidental impuso sus puntos de vista, el gnosticismo ha sobrevivido hasta nuestros días de modo independiente al cristianismo oficial.
Hay un problema muy interesante en relación al gnosticismo, y los académicos no han logrado ni remotamente un consenso al respecto: ¿de dónde surgió?
Mucho se ha señalado sobre sus posibles orígenes paganos, especialmente orientales, pero lo cierto es que el gnosticismo fue un fenómeno específicamente cristiano, de tal modo que intentar ubicar su origen fuera del ámbito del cristianismo primitivo no ha sido una alternativa aceptable para muchos especialistas.
Por otra parte, también se han señalado muchas de las similitudes del pensamiento cristiano neotestamentario con el gnosticismo. Por ejemplo, según el gnosticismo Cristo no es un redentor en el sentido tradicional. No se trata de su muerte la que redime al hombre, y menos aún de la condenación al infierno. Es el conocimiento lo que salva al hombre, pero de sus cadenas materiales. En esta idea hay cierto eco al capítulo 7 de Romanos (del que ya hablamos en notas anteriores), en donde las ideas cristológicas todavía son notoriamente arcaicas, y se habla de que la justificación del hombre es por medio de la fe, y que la nueva vivencia es la Ley del Espíritu. Dicho de otro modo: la redención no está definida en el sacrificio del Jesús humano, sino en aspectos más abstractos —la Ley del Espíritu— que en un momento dado pueden ser señalados como símbolos del Cristo-Logos encarnado en apariencia para enseñarnos a andar en ellos. Ciertamente, el eco es lejano, pero lo suficientemente identificable como para que llame la atención la bien definida cristología de Colosenses, al punto de que se asuma que esta versión definitiva de algún texto de Pablo fuese escrita para combatir el impulso que, hacia finales del siglo I, empezaba a cobrar el gnosticismo.
Hay otro problema con el gnosticismo: ¿es anterior o posterior al cristianismo ortodoxo? Tradicionalmente, se asume que es posterior, justamente porque se trata de una “herejía” o desviación. Sin embargo, lo cierto es que hasta donde se ha podido comprobar, los evangelios gnósticos son más antiguos que los canónicos.
Por más que se diga que Mateo, Marcos y Lucas debieron escirbirse hacia los años 60-80, la evidencia nos muestra que su proceso fue mucho más complejo de lo que suele pensarse, y que en realidad su culminación fue más tardía: apenas a mediados del siglo II habrían quedado listas las estructuras básicas de cada texto, y la redacción todavía sufriría cambios durante los siguientes doscientos años.
En cambio, es un hecho que muchos evangelios gnósticos ya eran un producto terminado en el siglo II, y que ya no siguieron sometidos a un proceso de transformación. El dato es tan evidente, que muchos han querido rastrear en el gnosticismo el verdadero cristianismo primitivo, proponiendo que la “ortodoxia” consolidada en el Concilio de Nicea (325), fue en realidad la desviación.
En esencia, ambas posturas no pueden ser correctas. La ortodoxia cristiana es, sin duda, un fenómeno demasiado complejo que se tomó varios siglos en consolidarse. De hecho, el Nuevo Testamento nos da apenas una idea parcial de la evolución doctrinal de la eventual ortodoxia. Para poder contemplar el proceso completo, habría que revisar no sólo el Nuevo Testamento, sino también la literatura patrística. Incluso, a principios del siglo IV dicha ortodoxia no estaba firme, al punto de que en el Concilio de Nicea se tuvo que dirimir una fuerte controversia que ya nada tenía que ver con el gnosticismo (la controversia Arriana). Por lo tanto, es un hecho que para cuando la ortodoxia cristiana se estaba consolidando, hacía siglos que existía el gnosticismo.
Pero, por el otro lado, los fragmentos más arcaicos del Nuevo Testamento (especialmente los apocalípticos) están muy lejos de ser documentos que pudiesen ser definidos como gnósticos. Incluso, las secciones de Pablo o Juan que eventualmente fueron usadas por el gnosticismo ofrecen una base muy relativa, vaga y cuestionable a dichas doctrinas. Eso evidencia que la ideología original de los seguidores de Jesús no era, simplemente, gnóstica.
Eso resulta obvio para la apocalíptica del Nuevo Testamento, toda vez que el gnosticismo no se parece en nada a la ideología Esenia-Qumranita. Comparten algunos temas, pero hay una diferencia radical: para los Esenios la materia no representaba un problema. Por el contrario: muchos de sus ritos y rigores eran para santificar lo material, que tenía que ser un reflejo de lo espiritual. Por lo tanto, los Esenios siempre contemplaron un “Reino de los Cielos” inverosímil para los gnósticos: Judea liberada de Roma. Para los gnósticos, Judea y Roma eran igualmente malas en tanto entes materiales que, a fin de cuentas, representaban un límite para la liberación del espíritu.
Los otros pasajes arcaicos del Nuevo Testamento, sobre todo en la literatura paulina, tampoco son, en realidad, gnósticos. Pueden coincidir con ciertos aspectos del gnosticismo, pero no por ello deben ser considerados como parte de esa tendencia doctrinal.
Hay dos aportaciones muy importantes respecto al posible origen del gnosticismo. Por un lado, R. M. Wilson ha mostrado sus elementos evidentemente judaicos. Por el otro, G. W. MacRae ha señalado que existió un gnosticismo pre-cristiano.
Ahora preguntémonos: ¿en qué parte del judaísmo pudo caber un gnosticismo pre-cristiano? No hay muchas posibilidades: es obvio que entre Fariseos, Saduceos y Esenios no. Por lo mismo, sólo nos queda el judaísmo Helenista. Y tiene lógica, dado que el gnosticismo es profundamente platónico en muchos aspectos.
Los textos gnósticos recuperados en Nag Hammadi confirman la existencia de un gnosticismo pre-cristiano en la “Carta de Eugnosto al Beato”, texto en el que no hay un solo elemento cristiano.
Entonces, estamos hablando de que probablemente dentro de la mística judía helenista hubiese una tendencia gnóstica, que hasta mediados del siglo I no tuvo ningún tipo de información sobre Jesús de Nazareth, pero que a partir de su contacto con el Evangelio Original, lo identificó como el Redentor (en tanto Cristo).
Con esto, estaríamos identificando por lo menos a dos diferentes tendencias místicas del judaísmo helenístico: una que identificó a Jesús como el Cristo en un sentido gnóstico, y otra que lo hizo en el sentido que luego se oficializó en el cristianismo ortodoxo.
¿Cuál fue la primera en identificar a Jesús como el Cristo? Imposible saberlo. De hecho, lo más probable es que ambas posturas hayan desarrollado sus puntos de vista concomitantemente, e incluso que sus controversias hayan suplido las que anteriormente pudieran haber tenido con los Esenios.
Ambos grupos se dieron a la tarea de producir su propia literatura. Los gnósticos elaboraron textos como el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Judas o el Evangelio de la Verdad. Los otros, textos como el Evangelio de los Siete Signos.
Eventualmente, ambas tendencias empezaron a influir en el resto del pensamiento judío helenista, de perfil poco místico y más de tipo pragmático. Justamente, por ese pragmatismo (tan típico de las epístolas paulinas), la postura gnóstica tuvo un éxito muy limitado, y fue la tendencia de los autores del Evangelio de los Siete Signos la que llegó a asentarse entre las comunidades de prosélitos del judaísmo Helenista y Herodiano.
En esos ambientes, como ya mencionamos en notas anteriores, ya se hablaba del Cristo, de la justificación por la fe, y de cómo la Ley del Espíritu era superior a la Ley Escrita.
¿Qué evento había marcado el ocaso de la Ley Escrita y el advenimiento de un nuevo modo de relacionarse con D-os? Sin duda, la destrucción de Jerusalén, su Templo, y con ello todo el ritual sacerdotal del judaísmo. Y entonces, a la luz de las enseñanzas llegadas de los movimientos místicos del judaísmo helenista, se “supo” que el precursor de todo ello había sido un príncipe de la casa de David, Jesús, que había tenido una discreta vida de carpintero, hacedor de milagros, y que había muerto y resucitado durante el gobierno de Poncio Pilatos, unos 40 o 50 años antes.
Y entonces hubo que investigar quién era este Jesús. Por ello, el Evangelio Original fue traducido al griego, y diversas personas empezaron a recopilar toda la información sobre Jesús que se conservara de modo oral (naturalmente, sin capacidad para discernir si el origen de cuanto relato o discurso aparecía se remontaba a Jesús o no). El proceso llegó a volverse caótico, razón que motivó a un distinguido líder de las comunidades griegas paulinas a dedicarse a investigar el asunto en su origen. ¿Lucas? Tal vez. Por lo menos, la tradición así lo recuerda. Este personaje pudo haber recuperado una versión del Evangelio Original más fiel al documento primigenio, a partir de la cual pudo organizar el primer texto más o menos coherente.
De todos modos, su texto —al igual que los otros dos que habían cuajado en Roma y Judea— siguió recibiendo añadidos y retoques, más o menos hasta mediados del siglo II.
Al mismo tiempo, un proceso exactamente similar fue agrandando, por un lado, al Evangelio de los Siete Signos, aunque de un modo más ordenado. Y por el otro lado, a las múltiples cartas que se conservaban del Apóstol Pablo, que empezaron a ser reunidas, integradas y editadas en los volúmenes que conocemos en la actualidad.
Hacia finales del siglo I y principios del II las controversias con el grupo gnóstico llegaron a un punto climático, y todos los textos que circulaban entre los anti-gnósticos fueron revisados y reelaborados bajo las premisas que, eventualmente, habrían de ser asimiladas y oficializadas por el cristianismo ortodoxo. Con todo, no fue posible empatar plenamente las doctrinas de textos originados en ambientes tan distintos como la apocalíptica Esenia (llegada a este nuevo ambiente por accidente), las epístolas de Pablo, o los escritos de los místicos del judaísmo helenista. Dicha labor de homogenización ideológica fue continuada por los líderes espirituales de este movimiento a partir del siglo II, conocidos hasta la fecha como los Padres de la Iglesia. Sin embargo, su esfuerzo tampoco logró el éxito total. Pronto se evidenció que oriente y occidente llevaban dos líneas diferentes de pensamiento, en las que el primer problema era el idioma: unos se desenvolvían en griego, otros en latín. Cuando en 325 se llevó a cabo el Concilio de Nicea, las profundas divisiones entre oriente y occidente quedaron claras con la controversia arriana, cuyo tema central fue la divinidad de Jesús. Los occidentales la exigían, los arrianos la negaban. En teoría, el Concilio dirimió la cuestión, condenando al arrianismo como herejía. Sin embargo, el arrianismo no desapareció, y —por el contrario— entró en una fase de auge que casi condenó al olvido a la ortodoxia cristiana (u ortodoxia nicena).
Finalmente se impuso la teología nicena, pero esto no resolvió las profundas divisiones de pensamiento entre orientales y occidentales. En cambio, dicho proceso continuó hasta alcanzar su punto culminante en 1054, cuando las iglesias de oriente y occidente rompieron de manera definitiva.

Con todo esto podemos ofrecer una respuesta a las varias interrogantes sobre el gnosticismo.
1. En primer lugar, el gnosticismo fue una tendencia de judíos de inclinación mística, pero de orientación helenista.
2. En la misma época, el cristianismo fue una tendencia no judía, pero derivada del proselitismo de los judíos helenistas.
3. Ninguno de los dos grupos sabía quién era Jesús de Nazareth. En cambio, hablaban del Cristo en tanto Logos que reunifica lo divino con lo humano, y le daban al concepto de “redención” un sentido abstracto no vinculado con el nacionalismo judío, especialmente después de que Roma aplastó el levantamiento.
4. Estrictamente hablando, el cristianismo no tuvo que enfrentarse a la “herejía” gnóstica. Lo que sucedió fue que entre finales del siglo I y principios del II, ambas posturas sufrieron un período de redefinición, en el cual el aspecto más notable fue la aceptación de Jesús de Nazareth como la persona en la que se había encarnado el Logos.
5. Los gnósticos, por su orientación platónica radical, no pudieron aceptar que Jesús hubiese sido un cuerpo material real, y por ello tradujeron todo su discurso a la “encarnación aparente” del Logos, así como lo aparente de su vida, ministerio, sufrimiento y muerte.
6. En cambio, los cristianos no tuvieron ningún inconveniente en asumir a Jesús como un ser humano de carne y hueso.
7. El período de finales del siglo I y principios del II fue el de mayor actividad literaria por parte de los dos grupos. Los gnósticos elaboraron sus propios evangelios (seguramente a partir de documentos qumranitas), y los cristianos reelaboraron el Evangelio Original, aunque también produjeron material nuevo: el Evangelio de los Siete Signos, que eventualmente se transformó en el Evangelio de Juan (basado también en documentos qumranitas).
8. Esta es la razón por la que se pueden hallar vínculos entre Qumrán y el gnosticismo, pero sería un error absoluto pretender entender la literatura Esenia a partir de la ideología gnóstica. Los gnósticos, en realidad, disertaron sobre temas Esenios (o sobre temas que también le interesaban a los Esenios) dando su propia interpretación de los mismos, muy lejos del nacionalismo radical de la secta de Qumrán.

2 comentarios:

  1. ¿Que valor se le podría dar a la epistola de Pablo a Laodicea? esa epsitola que no fue incluida en el canon romano. Donde Pablo habla de Jesús, de ciertas cosas que si vienen en los evangelios como la alimentación de los 5000, donde de igual modo Pablo habla aun mas abiertamente de la circuncisión como algo que ya no tiene valor, de un Jesús que no guardaba el sabado sino de que hizo de cada día un sabado, de como comía con pecadores y publicanos.. ¿pudiera ser que esta carta no fuera de Pablo sino de uno de sus discipulos? aunque hay demasiada semejanzas en sus palabras con la de Colosenses, y Efesios y las de los Corintios. Realmente Pablo si hablaba de Jesús pero le dio el matiz del cristo cósmico universal? Como alguien que supuestamente conociendo la ley y los profetas pueda ir por medio mundo predicando a un mesías distinto... ¿cuales eran los fines de Pablo?

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  2. Junto con felicitarlo por sus teorías, que me parecen muy interesantes, siento decir que aún no he leído todas sus aportaciones, pero si el cristianismo en parte se basa en el judaísmo proselitista del siglo I, que era de tipo "helenista" que tenía seguidores incluso en Roma, me gustaría saber si ese dato es correcto, yo pensaba que el judaísmo proselitista era "tradicional", pero si fue un judaísmo helenizante esto responde muchas preguntas sobre el cristianismo primitivo a la manera "paulina", Según Flavio Josefo, Saulo era un príncipe herodiano que tenía un hermano llamado costobaro, al final y cuentas el cristianismo no sería más que una invención o más bien una "distorsión" de las enseñanzas mesiánicas bélicas de los esenios?, es esto lo que refleja "hechos de los apóstoles" Cuando Pablo tiene una disputa con Santiago, que parece que fue más serio que lo que el mismo texto relata?, Este Saulo unio el concepto del logos (Cristo) mediador, con el personaje del maestro de justicia?
    Saludos

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